El discurso de la división

No fue ayer un día de Reyes tranquilo. Cuando caía la noche en España, manifestantes radicales irrumpían en el Capitolio de Estados Unidos. La seguridad, desaparecida. Como resultado: caos. Al mismo tiempo, Trump encadenaba una serie de tuits y vídeos muy confusos en los que mezclaba la incitación a la protesta y la petición de abandono del lugar. En los pasillos del Capitolio afloraron personajes pintorescos portando disfraces de la más extraña índole. En el exterior del edificio se reunían una amalgama de banderas estadounidenses, pancartas a favor de Trump y banderas anarcocapitalistas —la famosa serpiente enrollada sobre sí misma.

Manifestante en el interior del capitolio. Fuente: AFP

Mientras tanto, al otro lado del charco, los políticos españoles se pronunciaban; valorando la situación a conveniencia, como ya es costumbre. Así algunos lo calificaron abiertamente de golpe de estado, otros culparon a grupos que ni siquiera se encontraban allí. No les importa que las valoraciones sean acertadas o no, lo que les importa es que les crean.

La situación que se vivió ayer deriva de semanas de propaganda y acusaciones de fraude electoral, que han sumido a Estados Unidos en una situación de alta polarización y división, alentada por algunos dirigentes y por asociaciones civiles. No es la primera vez que ocurre algo así a lo largo de la historia. No es necesario remontarnos muchos años atrás, a cuando tuvimos en España nuestra propia y personalizada manifestación radical en las calles de Barcelona. Cabe matizar que existen diferencias entre ambos sucesos, pero ambos ejemplifican el peligro de ciertos discursos que, por desgracia, son la regla y no la excepción en nuestros días.

A la izquierda, manifestantes radicales en Barcelona. A la derecha, en EE.UU. Fuente: Metropoli Abierta / Reuters

Muchos de los que ahora se escandalizan de la actitud de Trump, debieran recordar las posiciones que tomaron y las palabras que dijeron en otros momentos. Sin irnos muy lejos, en las últimas elecciones andaluzas Pablo Iglesias se atrevía a gritar “alerta antifascista”, incitando a grupos afines a tomar las calles tras la victoria del PP y la aparición de Vox en el congreso andaluz.

La reacción de Vox es también curiosa. El partido, a golpe de tuit de su líder, se dedica a culpar a la “extrema izquierda” de un suceso en el que ni siquiera había grupos de esta índole presentes. Abascal recuerda también el conflicto catalán y una pasada actitud de Pablo Iglesias, pero parece que no recuerda la suya propia hacia el gobierno actual al que califica de golpista, totalitario, dictatorial y “socialcomunista”. Actitud que favorece la creación de odio y aversión irracionales que, en un momento dado, podrían metamorfosear en violencia en las calles como la que hemos visto en Estados Unidos.

Tampoco faltan aquellos que pretenden utilizar los hechos ocurridos ayer para justificar o suavizar, con fines políticos y propagandísticos, otros sucesos anteriores. Así, Pablo Echenique comparaba el conflicto catalán con la actitud y proclamas de Trump asegurando que “lo de hoy de Trump es mucho más sedición”, como si un hecho que sea incorrecto justificase o anulase otro similar. La comparación de Echenique es cuanto menos vacua, carente de contenido y reflexión; ni aporta ni deja de aportar, simplemente no dice nada. Sea “más sedición” o no, ambos hechos son independientes entre sí y, sobre todo, dignos de rechazo y condena. Nadie reflexionaría sobre distintos asesinatos diciendo que “un asesinato es más asesinato que otro”.

Muchos son los políticos que llenan sus discursos con la palabra democracia, populismo, moderación, respeto a las instituciones… Pero pocos, o ninguno, son los que en la práctica, a la hora de actuar y dirigirse diariamente a sus afines, respetan unos principios básicos que inciten a una convivencia menos enfrentada y más constructiva.

La división entre bandos alcanza en nuestros días un nuevo pico, en mitad de una batalla cultural por conseguir la hegemonía ideológica. A nosotros, los ciudadanos, los sesgos ideológicos nos dificultan valorar a cada uno de ellos a partir del mismo criterio, siendo mayoría los que caen en alabar aquello que anteriormente han rechazado, o viceversa.

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