Ser andaluz, para muchos, va más allá de ser natural de la comunidad autónoma de Andalucía. Las raíces pertenecen a la personas desde el primer instante en el que ponen un pie en el mundo y, en el caso de los habitantes del sur, este sentimiento está ahora más vivo que nunca
«Ser andaluz es como ir en bicicleta: suena saludable, sano y es muy bonito el paisaje, pero el de la moto sufre bastante menos para llegar más lejos», así inicia el humorista Manu Sánchez una de sus columnas más escuchadas en la Cadena SER. El sentimiento andaluz es un tema muy amplio, quizá demasiado. No por ser algo inabarcable, sino porque a lo largo de las ocho provincias hay maneras muy diferentes de ser y sentirse andaluz, así como de manifestarlo.
La realidad es que lo andaluz conforma una realidad compleja, diversa y en constante evolución. Igual que el acento varía en cuanto se recorren unos pocos kilómetros, a veces la actitud de un almeriense y de un gaditano no se asemeja ni en el blanco de los ojos. Al igual que en el resto del mundo, toda la población andaluza no está cortada por el mismo patrón. Aunque hay algo que sí une a más del 90% de los andaluces: el orgullo de serlo.
Con motivo del día de Andalucía, la Fundación Centro de Estudios Andaluces (CENTRA) ha elaborado un estudio demoscópico en el que analiza algunos temas relacionados con este sentimiento andaluz. El 90,4% afirma sentirse «bastante orgulloso o muy orgulloso» de ser andaluz. ¿Por qué no estarlo? se preguntan muchos. Si lo andaluz es alegría, rebosa gracia y salero. Si lo andaluz es pura fiesta, un domingo en la playa o una semana en el Real de la Feria. Si a ojos de muchos Andalucía es un oasis en el que retirarse a descansar tras unos meses de trabajo, una segunda residencia en la que relajarse y liberarse del estrés acumulado.
Sin embargo, la verdad dista de este paraíso utópico que luce esa «fachada» andaluza. Una fachada que oculta que Andalucía es una de las regiones más pobres, no del sur de España, sino del sur de Europa. Oculta que Andalucía también es tierra de esfuerzo, aunque a muchos les sorprenda, de jornaleros, médicos, docentes y un sinfín de personas que cada día intentan levantar una comunidad muy castigada. Ser andaluz también es levantarse antes que el sol y llevar en las manos cicatrices que narran la historia de toda una vida trabajando, de luchar contracorriente para llegar a fin de mes. «El problema de Andalucía, es que somos pobres» refleja Manu Sánchez en su conversación con Roberto Leal en el programa ‘Escala Sur’.
¿Cuál es, pues, la solución a este entramado de problemas? Tomar partido y renovarse. Darle un giro incluso al himno y «volver a ser lo que fuimos, pero sin dejar de ser lo que somos» como dicen muchos enamorados de Andalucía. Mirar hacia atrás y no olvidar lo que muchos andaluces han luchado para que hoy en día se haya llegado hasta aquí, pero mirar atrás también para coger impulso. Dejar de interpretar el papel que tradicionalmente ha sido asignado al pueblo andaluz y levantarse, no solo literariamente hablando, sino pisando fuerte y reivindicando una identidad muy propia.
El andaluz es de hablar rápido, reír mucho y sentir intensamente, y de esta manera tan intensa se siente identificado con sus orígenes y su identidad. No se puede dejar de ser andaluz, aunque se quiera, y viendo los datos la gran mayoría no quiere dejar de serlo. Como dijo Joaquín Sabina en su discurso al ser nombrado Hijo Predilecto de Andalucía en 2016:
«Bendito veintiocho de febrero, lo dice un hijo pródigo que sabe que aquí no sobra nadie, compañeros, que todo el mundo en esta tierra cabe».
Joaquín Sabina