Triunfo: un trofeo que se alza en medio de un terreno de juego tan gratificante pero, a la vez, tan hostil como es el mundo de la música. Parece haberse convertido en el bien más codiciado y perseguido por sus jugadores con el fin de darle caza, aunque para cada uno de ellos adopte formas y significados completamente distintos. Es en este momento, y dejando de lado la multitud de factores que pueden verse implicados, cuando entra en acción una pregunta que se mantiene en el aire. ¿Se ha vuelto indispensable una estética definida para destacar en la música?
Hagamos un rápido experimento: elige el videoclip de un artista al que nunca hayas escuchado, pon la canción en mute e intenta averiguar qué está sonando únicamente observando su apariencia. ¿Lo has conseguido? Es curiosa la manera que tiene la música de sumar una dimensión estética a la suya propia, la sonora.
Haciendo un barrido visual por el panorama musical actual, resulta inevitablemente cuestionable plantearse hasta qué punto un artista puede llegar a vender solo a través la imagen que proyecta. Es abrumador el poder de estos artistas que hacen las veces de influencers para conseguir que llenen las calles hordas de Justins Biebers o Beckys G que aspiran a ser como ellos.
Estética y música forman el tándem perfecto cuando lo que impera es el talento. Un caso muy ilustrativo es el de Rosalía, cuyo estilo original, completamente identificable y resultado de una fusión de componentes que confluyen también en sus canciones ha servido de inspiración en multitud de ocasiones para diversidad de compañeros de la profesión entre los que resaltan nombres como los de Lola Índigo o Karol G. Nunca antes las uñas postizas y el chándal se habían llevado tan bien compartiendo el pódium de lo que está a la moda.
Nicky Minaj. Fuente: Daily Mail Lola Índigo. Fuente: Pinterest Karol G. Fuente: Viste La Calle
Ariana Grande, con sus ya tradicionales coletas altas; Billie Eilish o Miley Cyrus, con estilos arriesgados y atrevidos; Bad Bunny, J Balvin, Bad Gyal o Nicky Minaj en un plano más urbano son otros ejemplos de una estética con nombre y apellidos. The Weeknd ha sabido servirse de ella para contextualizar y dar sentido a todo el círculo que rodea cada uno de sus nuevos discos.
Desde Leiva, con un estilo más relajado, la guitarra y el sombrero, hasta Camilo con un carácter más playero y un bigote que se convierte en el protagonista de todo su atuendo. Sea cual sea su estilo musical, cada artista se esfuerza por marcar su propia personalidad, pero esto viene de lejos.
The Weeknd. Fuente: Chic Magazine Leiva. Fuente: El Norte Camilo. Fuente: Los 40
Si algunos de los cantantes actuales llaman la atención gracias a su apariencia rompedora, basta con dar un pequeño salto hacia atrás en el tiempo para toparnos con artistas de la talla de Mecano o Alaska para comprender hasta qué punto la estética siempre ha sido signo de identidad propia. David Bowie, Freddie Mercury o Michael Jackson son solo algunos de los grandes nombres que han conseguido cautivar a generaciones que llegan hasta la actualidad además de por su derroche incuestionable de talento, por la particular propuesta física con la que envolvían sus canciones.
David Bowie. Fuente: Rockandpop.cl Freddie Mercury. Fuente: Eonline Alaska. Fuente: Pinterest Mecano. Fuente: El Independiente
La sociedad actual se encuentra completamente saturada de estímulos visuales devorados sin piedad gracias a las facilidades que aportan plataformas como YouTube o a las Redes Sociales. Es por esto por lo que, para poder enganchar a un espectador ya empachado de ofertas, un artista debe haber podido crear todo un universo que incluya desde su música hasta sus videoclips o merchandising, dibujando así un personaje diferente, novedoso, pero sobre todo que transmita verdad. Acento, esa es la palabra que pone Cruzcampo en boca de la gran Lola Flores para referirse a este sello propio tan esencial para que pueda nacer cualquier estrella.