WE ARE WHO WE ARE : don’t be stressed now

El director Luca Guadagnino de las tan aclamadas y conocidas películas como Call me by your name (2017) o Supiria (2018) se aventura en una nueva mini-serie de ocho capítulos para HBO.

Cuenta la historia de un grupo de adolescentes criados fuera de su país de origen (EE.UU.) en una base militar estadounidense en Chioggia, Italia. La serie narra las vivencias de Fraser (Jack Dylan Grazer) y Caitlin (Jordan Kirstine Seamón), dos adolescentes que viven en la base militar. Él es nuevo. Acaba de llegar desde Nueva York con su madre, Sarah (Chloë Sevigny), nombrada nueva comandante. Ella ya estaba allí. Ambos se conocen y se hacen amigos, sobre todo, por las parecidas relaciones conflictivas que tienen con sus familias.

Fotograma cap. 8. Fuente: HBO

Al cambiar de nuevo el entorno social para Fraser, llegan nuevas situaciones, personas y (auto) descubrimientos con los que tendrá que lidiar a pesar de su conflictiva e imprevisible forma de ser que tanto le condiciona y caracteriza. Una de estas nuevas personas que marcan el recorrido del personaje será Caitlyn/Harper, una joven que se lanza de lleno en una cuestión que, poco a poco, empieza a exteriorizar con la ayuda de Fraser: su identidad de género. 

Una de las tendencias más satisfactorias (para algunos) en el mundo cinematográfico es la ruptura de la cuarta pared mediante las miradas a cámara. ¿Qué es eso de la cuarta pared? Es una pared imaginaria que separa al espectador del producto audiovisual que está consumiendo, un encuentro de miradas íntimo entre el público y el personaje. Una seña de identidad que el director de Call me by your name ha querido usar para acercarnos aún más a los personajes, para hacernos olvidar que existe una pantalla que nos divide de la obra, y es por ello que hemos recopilado todos esos momentos de ruptura en un solo vídeo, con música original de la propia serie.

Fuente: Nuria Rincón.

Un retrato a la juventud de manera muy poética y cinematográfica, con señas de identidad fuertes que descubren a Guadagnino como la música. Se convierte en algo fundamental en la trama, siendo un personaje más que, incluso, acaba convirtiéndose en protagonista. Cobra tal importancia que a veces es lo único que podemos escuchar, incluso en diálogos con vital significado y tensión dramática para el espectador (el comienzo de la escena final donde Fraser saca del tren a Harper). Nos regala un número musical que nos transporta, de repente, a una secuencia de un musical contemporáneo.

Guadagnino inmersa y obliga a todo espectador, durante ocho horas magníficamente estructuradas, a acompañar en el viaje de los personajes hacia un lugar que no sabemos exactamente dónde está. Y esa es la gran incógnita del camino de autodescubrirse: encontrarse y definirse en la adolescencia que tanto marca nuestro futuro.

Es una propuesta complicada, según qué espectador haga el visionado, debido a su ritmo y a unos personajes que parecen demasiado opacos desde el principio, casi impredecibles. Son ambiguos, con personalidades excesivamente marcadas pero, aún así, el espectador no puede saber con certeza cómo van a actuar en cada situación y, en ocasiones, se frustrará y entrará en conflicto por las malas actitudes mostradas (la relación y la forma en la que trata Fraser a su madre). Pero eso es lo que nos atrapa, personajes magníficamente construidos y caracterizados y, por supuesto, con unas interpretaciones espectaculares dignas de futuros premios.

Vestuarios a lo largo de la serie de los protagonistas. Fuente: HBO

La amistad, la investigación de la sexualidad y el duro sentimiento de muchos adolescentes de no pertenecer a ningún lugar: todo colisiona con la vida (tan desconocida para la mayoría) en una fría base militar. El espacio donde se encuentran es muy determinante para sus comportamientos.

Dentro de la base son pájaros sin alas, bajo un sistema en el que sienten que no encajan. Pero cuando salen, todo cambia. Son libres, y esas alas se despliegan. Y ya no solo hay contraste con los lugares físicos, sino que la presencia mutua de los protagonistas crea un ambiente donde se pueden sentir libres para mostrarse tal y como son, tal y como les gustaría ser, sin que nadie les cuestione nada. Fraser y Caitlin muestran una complicidad absoluta, donde no es necesario hablar para entenderse. Sus mentes conectan por alguna razón que ni ellos mismos comprenden, solo saben que quieren permanecer juntos.

Recopilación de los inicios de cada capítulo. Fuente: HBO

“Aquí y ahora”, es la frase que parece estar en la consciencia de nuestros protagonistas. Libres, sin prejuicios y dejándose llevar a pesar de todo. Una generación nueva, una tercera cultura que llega para quedarse. Cuenta con una realización inspiradora con apuestas muy frescas y únicas que sin duda acompañan a la originalidad y atrevimiento de los personajes, así como la escenografía y el vestuario que tan bien contrasta las dos grandes diferencias: una Italia lo mediterránea y fresca frente a una reglamentaria y disciplinada base militar estadounidense.

No es una serie con una trama normativa con simples detonantes y puntos de giro, es algo más. El director, de una manera muy inteligente e íntima, hace que quieras acompañar a los protagonistas hasta el final. Aunque aparecen numerosos personajes todos, al final, son pequeños impulsos y razones que se cruzan en el camino de Fraser y Harper para llevarlos hasta su meta. Y es por eso que no importa que haya varias tramas secundarias sin cerrar. El clímax llega cuando se resuelve la relación entre ellos dos, cuando parece que todas las experiencias y aprendizajes les han llevado hasta ese punto, a ese momento mágico de sus vidas.

Time will tell (Blood Orange) es la canción que podemos ver repetirse en muchas ocasiones a lo largo de la serie de una manera u otra, convirtiéndose en casi un himno que conecta de manera implícita a Caitlin y Fraser.

Time will tell

Time will tell if you can figure this and work it out

No one’s waiting for you anyway so don’t be stressed now

Even if it’s something that you’ve had your eye on

It is what it is

And it keeps on running back

Finishing 8 or 9 tell me it’s the perfect time

Told you I’ll be waiting hiding from the rainfall

Come into my bedroom

Come into my bedroom

Come into my bedroom

Even if it’s all you know just keep your heart in

Anyway to keep it up just never let yourself down

Even if it’s something that you’ve had your eye on

It is what it is

Escena musical «Time will tell» (Blood Orange). Fuente: Youtube

We are who we are, una gran ventana para retratar de manera minuciosa a las nuevas generaciones tan diversas. Intimismo y personalidad pura en una serie de calidad, necesaria y con las pinceladas justas que montan un discurso natural a través de la mirada de dos personajes.

Cautivadora en la gran confusión y permanente acierto/error de los personajes, una experiencia intensa que nos lleva de vuelta a lo más sensible de esa etapa, desde la transparencia y naturalidad de personajes que rompen con lo establecido y no dan nada por sentado.

Eso que nos proyecta el mundo

La siguiente cita es de la película The Dreamers (Bertolucci, 2003). Reflejada en ella queda todo lo que supone el cine para los individuos y colectivos de nuestra sociedad contemporánea. Deseo por sentirnos identificados y comprendidos por personajes, por ser uno más de la trama y atravesar la pantalla para darle un abrazo al personaje de Merab (Solo nos queda bailar, 2019), tomarnos un café con el profesor Antonio (Vivir es fácil con los ojos cerrados, 2013) o vivir dentro de la maravillosa fotografía de Retrato de una mujer en llamas (Sciamma, 2019). 

“Yo era uno de los insaciables. Uno de los que siempre encontrarías sentado lo más cerca de la pantalla posible. ¿Que por qué nos sentamos tan cerca? Quizá es porque queríamos recibir las imágenes primero, cuando todavía estaban nuevas, frescas. Antes de que superaran los obstáculos de las filas de detrás de nosotros. Antes de que fueran retransmitidas de fila en fila, espectador en espectador, hasta que se agota, del tamaño de un sello postal, regresando a la cabina del proyeccionista. O tal vez, también, la pantalla era en realidad una pantalla. Pero nos proyectó (y nos protegió) del mundo.»

Escena The Dreamers de Bertolucci (2003). Fuente: YouTube

Todo comenzó para muchos con una simple cinta de vídeo que quizá nos ponían sin ningún objetivo más allá del entretenimiento. Pero es mucho más que una distracción o un pasatiempo. Es un lugar para descubrir otros mundos. Un lugar para poder sentir emociones que pensábamos que no existían. Un lugar donde ver personajes que antes habían permanecido en la sombra. Un lugar donde nos cuentan historias que nadie nos había contado antes o no nos habían querido contar. Mientras crecemos y maduramos, la sociedad también lo hace y con ella el cine se amolda a cada paso que damos colectivamente. El cine es ese medio que a veces está donde nadie quiere mirar. Es una de las herramientas más potentes de culturalización y de educación que poseemos en la actualidad. Y es un tesoro tener en nuestras manos algo tan poderoso. 

Existe una figura que una vez que la descubres, inevitablemente estará presente en cada análisis de carácter audiovisual: Alison Bechdel, responsable del “Test de Bechdel”. Dicho test surge a través de la creación de un personaje para sus viñetas que mantenía que no vería una película si no tiene al menos dos mujeres que hablan entre sí de un tema que no sea un hombre. 

Este método de análisis establece tres simples reglas:
—Que aparezcan al menos dos personajes femeninos que tengan nombre propio.
—Que hablen entre sí.
—Que en dicha conversación hablen de algo distinto a un hombre (no solamente de manera romántica).

Parece fácil pensar en una película que cumpla todo lo anterior, pero mucho más fácil es pensar en una película con todas estas reglas a la inversa. Prácticamente, serían casi todas las películas estrenadas ahora y con anterioridad. Cumplir este test resulta algo excepcional y destacable. 

Fuente: Viñeta de Alison Bechdel

La tendencia hacia un cine feminista se da junto a la segunda ola del feminismo, durante los años 60. Ya se hablaba de un supuesto progreso en el papel de la mujer en el cine, pero se olvidaban del hecho de que simplemente se nos representaba bajo un marco muy definido del patriarcado. Mujeres sumisas de un hombre que se transforman en lo que él quiere que ellas sean (Grease, 1978), mujeres representadas como simples objetos del deseo sexual que sirven como línea argumental y no como personaje (The Godfather, 1972) o mujeres que deben ser guapas, educadas y calladas para que un príncipe azul vaya a rescatarlas y, de esta forma, desaparezcan todos sus problemas (ejemplo de ello son muchas de películas Disney). 

Escena You’re the one that I want (Grease, 1978). Fuente: Youtube

Entonces, ¿cumple el cine contemporáneo europeo con el test de Bechdel? ¿Tiene el cine actual un compromiso social con el feminismo y sus vertientes? Lo cierto es que el papel de la mujer en el cine sigue estando asociado a lo secundario, a lo erótico y a lo romántico. En definitiva, personajes no complejos que simplemente complementan a los personajes masculinos para que su línea argumental siga hacia delante. Esto no quiere decir que no haya habido avances, ni tampoco que tengamos que dejar de ver nuestro capítulo favorito de Friends, o dejar de ver la mítica Pretty Woman en Navidad con nuestra familia. Lo que sí debemos hacer es ser conscientes de que en toda obra hay un discurso, un discurso que educa y que marca. Ser críticos de una manera positiva con vistas a un avance cultural y social. 

Existen esos avances, existe cine feminista europeo de calidad. Existen personajes femeninos que visibilizan y no encorsetan, que liberan a la mujer y empoderan el mensaje de la lucha feminista, y sobre todo que hacen del cine un lugar para la representación real de lo que somos y de todo lo que somos capaces de hacer. El cine es un reflejo social, y como sociedad nos encontramos en la etapa histórica donde más importancia y renombre tiene la lucha de las mujeres contra el sistema patriarcal. 

De algo de lo que podemos estar seguros es que veremos (y muchos, crearemos) un cine con perspectiva de género, un cine con representación no forzada de personajes LGTB y racializados, un cine en el que sea novedad que no se cumpla con las tres reglas del test. Se seguirá avanzando hacia un contenido de calidad, a manos de mujeres cineastas y con su reconocimiento como tal. Por un cine que eduque y que rompa con lo establecido. Eso es el cine contemporáneo, un cine capaz de cambiar y de cambiarnos. 

«Explota explota»: El gran debut de Nacho Álvarez

Musical dirigido por Nacho Álvarez, original de Uruguay. Durante toda la pieza cinematográfica podemos ver que la historia original está escrita en torno a la discografía de Rafaella Carrà. Protagonizada por Ingrid García-Jonsson, que se encarga de interpretar al personaje que se enfrentará a un Madrid de los años 70 con muchos problemas para su libertad como bailarina y mujer.

Fotograma del número musical inicial. Fuente: Trailer Youtube

El director rompe con la imagen cinematográfica de la España triste y gris de los años 70 para adentrarnos en un país de colores saturados y alegría. La historia está basada en una figura real: el censor de TVE de los años 70. Contaba con ideas absurdas sobre la censura (sobretodo del cuerpo de la mujer) tanto en cine como en televisión. El director revela que la historia original le vino dada por una ley que aparece en el código usado por el censor la cual prohibía los bailes en los que los pies de las bailarinas se despegasen del suelo, ya que perdería calidad artística y daría el paso hacia algo considerado erótico. A través de toques de ridiculización hacia la figura del censor y su moral, nos muestra el duro trabajo al que tuvieron exponerse las mujeres de la época para que hoy en día se pueda disfrutar de un espacio seguro y libre para todas las artistas en escenarios y platós. 

Clip que abre el film. Fuente: Youtube

María, el personaje principal, se enfrenta a todo esto a través de la música y el baile sin olvidar lo más importante de la cinta: la lucha contra la censura en el plató de televisión donde ella misma es bailarina. A través de la inocencia y de la incomprensión de normas tan absurdas, María inicia un proceso de liberalización tirando toda barrera que se pone en su camino como mujer y bailarina. Representa todo lo que las mujeres tuvieron que hacer para que las generaciones futuras fuesen más libres.

Si hay algo destacable del film es el vestuario. Todo parece estar medido al milímetro, con una paleta de colores muy definida en cada escenario, así como en cada personaje. Los números musicales, con toques de color que recuerdan a la escenografía tan marcada de Pedro Almodóvar, nos hacen querer levantarnos de la butaca a bailar al ritmo de Rafaella Carrá. Es destacable el gran trabajo de interpretación por parte de la actriz Verónica Echegui, responsable de casi la totalidad de los momentos cómicos, tanto que en algunos hace sombra a la protagonista. Las risas están aseguradas.

Número musical protagonizado por Verónica Echegui. Fuente: Youtube

Por otro lado, el musical puede llegar a ser demasiado forzado cuando intenta introducir algunos números musicales, notándose que están fuera de escena. El final acaba siendo bastante predecible cargado de clichés románticos (chico conoce chica y se enamoran), típicos de las comedias románticas que abundan tanto actualmente. No es fácil combinar un escenario que está entre el franquismo y la transición española con música, colores y baile. Nacho Álvarez lo hace aportando mucha frescura para este género tan desaparecido en nuestro país. 

Escena con la canción original de Rafaella Carrà. Fuente: Youtube

Es una película ideal para disfrutar y olvidarse de todo lo malo que está pasando más allá de la sala en estos momentos tan duros. Sin dejar nunca la reflexión acerca sobre la moral y censura que tanto ha costado a muchas mujeres conquistar.