Segunda temporada de Lupin: el caballero-ladrón continúa robando éxitos para Netflix

Ha pasado un mes aproximadamente desde que Netflix lanzase la segunda entrega de Lupin como continuación de esta serie tan vista a principios de año. De nuevo, la serie ha causado sensación y ha vuelto a ser muy consumida, por lo que la plataforma consigue un nuevo éxito con otra miniserie.

Esta segunda temporada arranca justo en el momento que se cortó la primera, una continuación pura y fiel de la última entrega, de modo que el principal objetivo de Assane Diop (Omar Sy), sigue siendo “desenmascarar” y vengarse de Pellegrini (Hervé Pierre). Sin embargo, esto se vuelve cada vez más complicado y, además, la presencia de la policía que estará cada vez más cerca tampoco le va a facilitar el asunto a nuestro carismático personaje.

Tráiler de la temporada

Esta temporada funciona con una estructura basada en el mismo estándar que la anterior, el uso de flashbacks que no sólo nos lleva a 1995, sino que también a pocas horas, días o semanas antes de la acción que estamos viendo. Por lo tanto, el resultado final presenta una estructura con saltos temporales que a priori tal y como están planteados pueden desviarte un poco de la acción principal pero, sorprendentemente, funcionan muy bien y no sólo eso, sino que “soluciona” uno de los principales problemas que presentaba la serie en la pasada primera temporada, la falta de credibilidad.

En esta nueva entrega vemos como cada paso que da Assane Diop está justificado con su adolescencia “lupinesca” o con un plan cocinado a fuego lento horas antes de la acción entre él y su fiel compañero de aventura Ben (Antoine Gouy), quien cobra más protagonismo en esta segunda temporada como ese acompañante medio cómico necesario en este tipo de historias (aunque tenga realmente muchos más matices).

Por otro lado, también comentar la variación del tono, dándole esta vez mucho más peso a la acción que quizá al misterio o suspense como tal. De hecho, en más de un capítulo da la sensación de estar viendo alguna escena de Misión Imposible, James Bond o alguna otra película parecida de espías; no obstante, también decir a favor de la producción de George Kay que se agradece tanto ritmo y frenetismo en los episodios.

Por lo tanto, Lupin se ha consagrado como un producto de puro entretenimiento para desconectar y dejarte llevar y sorprender por los giros de la trama y las propias escenas de acción, incluso se ha llegado a comparar con un producto similar a La casa de papel pero en su versión francesa.

Por lo tanto, la rica relación que podría haber formado con el propio libro (recordar el episodio piloto en el que incluso se leían las primeras líneas de uno de los libros de Marcel Leblanc) ha quedado un poco caída en el olvido recurriendo a la figura de Arsène Lupin como única justificación de los actos de Assane. Aunque destaca en esta segunda temporada como esto mismo se utiliza como forma de comunicación con la policía, contando con la figura del entrañable Youssef Guedira (Soufiane Guerrab); quien, al igual que Ben, cobra mucho más protagonismo.

El hecho de que ganen cierto protagonismo personajes secundarios funciona muy bien en esta nueva entrega. De esta forma se termina enriqueciendo la serie aportando más perspectivas al conflicto y más tramas emocionales. Es importante señalar la relación sentimental con Juliette Pellegrini (Clotilde Hesme), que seguro que dará mucho que hablar en la tercera temporada.

Fotograma de la serie, Assane (Omar Sy) y Juliette (Clotilde Hesme). Fuente: Elle

Valoración

Puntuación: 3.5 de 5.

Lupin sigue siendo ese producto de disfrute y desconexión tan necesario al que no le puedes pedir más que dejarte llevar por su trama, dejarte impresionar y emocionar.

Si que es verdad que técnicamente esta temporada ha subido un escalón en calidad, aunque el foco principal era ese, el entretenimiento sin más del espectador, sin dobles lecturas ni nada por el estilo.

A la espera de la tercera temporada.

Saga Indiana Jones: detrás de la ficción hay mucho más

Si os digo sombrero de cowboy, chaqueta sin mangas y bandolera de cuero a juego, látigo y propenso a estar en situaciones tensas y trepidantes, seguro que pensáis todos en el mismo personaje. Así es, el Dr. Henry Jones Junior, conocido popularmente, y para su satisfacción, por Indiana Jones.

En 1981 Steven Spielberg, de la mano de George Lucas, nos presenta esta saga compuesta por cuatro películas, aunque seguimos a la espera de una quinta que se estrenará el próximo año 2022. Sin duda alguna, Indiana Jones (Harrison Ford) es uno de los personajes más icónicos del cine de la década de los 80, un personaje cuyas hazañas ha marcado a varias generaciones. 

No obstante, su historia va mucho más allá, pero antes de “encontrar la “X en el mapa del tesoro”, como diría el propio Dr. Jones, hay que “pasar muchas horas de biblioteca”, en nuestro particular caso, repasando las cuatro entregas de la saga.

Kate Capshaw, Steven Spielberg, George Lucas y Harrison Ford durante el rodaje de Indiana Jones y el templo maldito. Fuente: Flickr

Nuestra historia parte en 1936. El gobierno estadounidense envía a nuestro carismático e icónico personaje en la búsqueda arca de la alianza, aunque no será tarea fácil ya que el ejército nazi también va detrás de ella bajo la creencia de que tiene poderes sobrenaturales.

En busca del arca perdida constituye la primera entrega de la saga. Es trepidante, muy divertida y con una presentación de personaje sólida y original, aspecto que seguro que fue uno de los principales “culpables” de la continuidad de la saga.

La segunda entrega nos lleva a un año antes de los acontecimientos de la primera, 1935. En esta entrega, Spielberg, nos presenta a un Indiana Jones mucho más independiente, pero con el mismo carisma de siempre. Junto a su joven acompañante Tapón, y la cantante de cabaret americana Willie Scott, tratan de rescatar de un secuestro a todos los niños de un pueblo recóndito de la india. Por si no fuera poco, intentan además recuperar a la vez una piedra preciosa con poderes sobrenaturales arrebatada también de ese poblado por un nuevo y tirano maharajá hindú. El templo maldito es, sin duda alguna, la película con mejor tratamiento de la imagen de toda la saga, sin embargo, termina dejando un poco frío y desconectado en cuanto a la historia central de la saga.

Y es quizá por esto, por lo que George Lucas y Steven Spielberg tomaron la siguiente decisión de cara a la siguiente entrega.

Fotograma de la primera entrega; Indiana Jones, en busca del arca perdida.

La última cruzada, tercera película de la saga, vuelve a un esquema parecido al de la primera entrega en el que Indiana Jones vuelve a enfrentarse al ejército nazi, no sólo para interceptar y evitar que consigan el Santo Grial, si no también para rescatar a su padre, el Dr Henry Jones (interpretado por un carismático y tierno Sean Connery), quien, dedicado toda su vida a buscar el mismo cáliz, había sido atrapado por los nazis. Personalmente es la película que más me gusta, es el cúlmen de la saga en la que todo está relacionado y cerrado, incluso los gags cómicos entre personajes.

En el 2008 deciden “resucitar” la saga, con una cuarta película, El reino de la calavera de cristal. En esta nueva película vemos a un Indiana ya bastante mayor pero igual de pícaro. Trata de homenajear de cierta forma la primera entrega mediante las tramas entre personajes secundarios y algún que otro guiño, sin embargo, es la que menos convence de la saga, el hecho de relacionar guerra fría con extraterrestres no termina funcionando del todo.

Una vez repasada la saga entera podemos llegar a la conclusión de que estas películas pese a que están ligadas y tienen un fuerte componente histórico y arqueológico, es puramente ficcional en la que las tramas concluyen con la presencia de pasajes sobrenaturales.

De hecho, son dos los pilares fundamentales que desarrollan estas historias: tesoros de la simbología cristiana con poderes sobrenaturales y que estos sean perseguidos ansiosamente por los nazis.

Y claro, ese último detalle no podemos pasarlo por alto, va a mucho más de lo que nadie puede esperar, pero, como diría el propio Indiana Jones, «¡Seguidme, conozco el camino!«

Fuente: Gifer.com

La Studiegesellschadt für Geistesurgeschichte, Deustsches Ahnenerbe e.V. o, SS-Ahnenerbe, para facilitar el asunto vamos a llamarla directamente Ahnenerbe, fue una entidad pseudocientífica alemana que nace en 1935 por dirigentes del partido nazi. Realizaron expediciones de carácter arqueológico con el fin de encontrar tesoros que apoyaran de forma simbólica la ideología nazi y la raza aria.

Durante el expansionismo nazi y la II Guerra Mundial, esta entidad protagonizó expediciones por América Latina, lugar en el que al comienzo de la primera entrega vemos como el propio Indiana Jones se enfrenta a una tropa nazi quien le arrebata el ídolo azteca que había conseguido.

La Ahnenerbe está muy relacionada con la teoría del ocultismo nazi; esta expresión se refiere a una serie de mitos, creencias y rituales que hacían los nazis exaltando la raza aria. Uno de los objetivos centrales de los seguidores de “esta corriente” era localizar el santo grial, curiosamente, al igual que en la tercera entrega de Indiana Jones.
Pero, ¿a dónde quiero llegar con esto? Sinceramente, teniendo en cuenta que en el cine nada se pasa por lo alto, esto me lleva a pensar que lo que estábamos viendo en estas películas, sin saberlo, era a esta entidad. Solo que de una manera más ficcional, cinematográfica y cuyo principal obstáculo no era ningún ejército ni nada parecido, sino un personaje con sombrero de cowboy y látigo, Indiana Jones.

Valoración de la saga

Puntuación: 4 de 5.

La saga Indiana Jones ya es todo un clásico del cine de los 80, muy disfrutable sobre todo para ver en familia.

Retrato de una mujer en llamas: el nuevo mito de Orfeo y Eurídice

Y Orfeo no pudo evitar mirar hacia atrás para comprobar que su amada Eurídice aún seguía junto a él. Al mirarla, ella se desvaneció y la perdió para siempre en la oscuridad del inframundo”. Esta cita pertenece a uno de los mitos griegos más famosos, el mito de Orfeo y Eurídice pero, ¿por qué la he usado si en esta sección hablamos sobre películas? O mejor dicho, ¿quiénes son Orfeo y Eurídice en esta historia?

Esta historia nos lleva a la Francia de finales del siglo XVIII. Marianne (Noémie Merlant), es una pintora que recibe un encargo muy particular. Tiene que realizar el retrato para la boda de Héloïse (Adèle Haenel), una joven con dudas sobre su futura boda. Sin embargo, no será una tarea fácil ya que Heloïse no se deja pintar, pues sabe que ese cuadro será enviado a su futuro marido como muestra de la aceptación del matrimonio, por lo que Marianne deberá hacerse pasar por su dama de compañía para pintarla a escondidas.

Desde que comienza esta película bajo la dirección de Céline Sciamma, notamos algo distinto en la relación entre Marianne y Heloïse. Eres consciente de que en cualquier momento algo más va a ocurrir y va a dejar atrás la falsa relación que tenían ellas. Claro, todo empieza a cuadrar cuando tras una cocción a fuego lento que marcan los cimientos de su relación comienza a prender otra llama, la del amor incondicional.

Ambas, aprovechando que les tocaba estar una estancia solas en el palacio, se dejan llevar y sellan una unión sentimental tan bonita como dolorosa y tan profunda como rápida y volátil.

Sin embargo, también eres consciente en todo momento de que esta relación va a caer pronto por su propio peso, y así es.

Fotograma de la película. Heloïse (Adèle Haenel) a la izquierda, a la derecha, Marianne (Noémie Merlant).

A pesar de que en aquellos momentos más íntimos Heloïse termine manifestando en todo momento su intención de no casarse, sabe que no le queda más remedio y que no solo terminará cediendo ante la boda, sino que tendrá que dejarse pintar por la propia Marianne, lo que dificulta mucho más la situación

Es aquí donde entran Orfeo y Eurídice.

Este mito nos cuenta la historia de dos amantes incondicionales, se amaban por encima de cualquier cosa. Sin embargo, Eurídice muere por la picadura de una serpiente lo que deja a Orfeo destrozado; él, intentando remediar la situación, desciende al inframundo a traer de vuelta a Eurídice. Hades se apiada de él y permite que se vaya de allí con su esposa, sólo con una condición, debe ir todo el camino de vuelta de espaldas a ella y hasta que no regresen a la superficie no puede volver a mirarla a la cara.

Un instante antes de llegar a la superficie, Orfeo no aguanta más, cae en la tentación y se da la vuelta para mirar a su amada quien, automáticamente, se desvanece y queda para siempre sepultada en el inframundo, esperando a que Orfeo desciende para volver a reencontrarse.

Marianne, es Orfeo en esta película.

Fotograma de la película en el que se materializa el mito de Orfeo y Eurídice.

Marianne tiene la última palabra sobre el destino de Heloïse, nuestra Eurídice. Ella decide si finalmente realizar el retrato que sentenciaría a su amor a una boda no correspondida y finalmente, al igual que Orfeo, comete el error de mirar hacia atrás pero a través del lienzo, firmado un cuadro precioso. Un cuadro lleno de alma y amor que enviaría a Heloïse a un lugar en el que no quiere estar.

Valoración de la película

Puntuación: 5 de 5.

Siempre digo que tengo una peculiar relación personal de amor-odio con el cine francés, cuando explico que por qué siento amor hacia él, hablo de esta película.

Muy recomendable.

La lengua de las mariposas, la lengua de la libertad

Si conseguimos que una generación crezca libre en España, nadie les podrá arrancar nunca la libertad, nadie les podrá robar ese tesoro”.

Esta cita es un fragmento de uno de los diálogos de la película, en ella reside el verdadero significado y mensaje de la misma; pero no solo la he usado como entradilla por ser uno de esos “pellizcos emocionales” que te da esta preciosa película, si no también porque va a tener su peso en este artículo.

Esta finísima película estrenada bajo la dirección de José Luis Cuerda (Amanece que no es poco, Así en el cielo como en la tierra) está basada en tres cuentos de Manuel Rivas: La lengua de las mariposas, Un saxo en la niebla y Carmiña. Protagonizado por Fernando Fernán Gómez, sin duda alguna, uno de los rostros del cine español y por un jovencísimo Manuel Lozano, esta adaptación escrita por Rafael Azcona cuenta la historia de Moncho, un niño que asiste por primera vez al colegio tras una infancia marcada por su mala salud debido al asma que sufría.

Aunque muestra una actitud reacia al principio ya que “tenía miedo a que en la escuela le pegasen”, en el momento que conoce a su profesor, Don Gregorio, Moncho se enamora de la escuela y de la naturaleza.

Contextualizada en la zona rural de Galicia, en pleno 1936, este drama desgarrador a la par que emotivo te conduce desde el ocaso de la II República española hasta el estallido de la Guerra Civil.

Don Gregorio (Fernando Fernán Gómez) y Moncho (Manuel Lozano) cazando mariposas en una de las escenas de la película.

Volviendo a la cita del principio, la película te muestra el contraste de las llamadas dos Españas en el contexto previo a la guerra civil; por un lado, la más tradicional, autoritaria y católica, por otro, la España progresista y esperanzada en el nacimiento de la democracia.

Sin embargo, la película prefiere no contarte esto desde un punto de vista seco que pueda llevar a los espectadores a cierta polémica (tampoco lo vamos a hacer en este artículo). Lo hace desde el proceso de educación de un niño y cómo la etapa en la que está construyendo su propios valores, creencias y personalidad se ve destruida por el miedo a la represión franquista.

Para entender este viaje personal que realiza nuestro pequeño protagonista, antes debemos de conocer y analizar la relación que tiene con Don Gregorio.

Fotograma de la película en el que vemos a Don Gregorio (Fernando Fernán Gómez) y Moncho (Manuel Lozano)

Moncho es un niño curioso, interesado por todo lo que le rodea, rápidamente se enamora de aprender y del método de aprendizaje que le ofrece Don Gregorio, un profesor que huye de aquellos métodos tradicionales de enseñanza, y mucho más de las formas de castigo que atemorizaban a los niños de la época. Don Gregorio no pega; es una persona enamorada de la naturaleza, quien enseña valores a partir de la misma y, aunque, es un gran defensor de la república, él no es partidario de que sus alumnos tengan que compartir su propia opinión, les hace pensar y reflexionar bajo su propio criterio.

Esta faceta de Don Gregorio no solo es crucial para captar el mensaje de la película —la libertad—, también lo es para el crecimiento de Moncho, quien en su propia casa está condicionado por sus padres, cada uno representando a un modelo de esas “dos Españas” que comentábamos anteriormente. Por esta razón, la verdadera intención de Don Gregorio es que el joven aprenda y construya su propia personalidad en función de sus propias creencias desde una edad bien temprana.

Pero, ¿a dónde quiero llegar realmente con esto?

Fotograma de la película.

Lo que se intenta transmitir en esta película es la importancia de crecer en libertad. De que una persona se forje sus propios argumentos en base a lo que realmente crea como fruto de una educación en la que no hubiese ningún techo que mermase la libertad en cualquiera de sus vertientes; una libertad que se vio eclipsada tras los fatídicos años de la guerra.

Podría hilar ese aspecto de pérdida de la libertad en la educación con algún que otro titular actual, pero como he dicho anteriormente, si la película no quiso entrar en polémica en ese sentido, ¿quién soy yo para hacerlo a raíz de ella?

Valoración

Puntuación: 4 de 5.

Es una película preciosa, muy fina y emotiva; una película con mucho subtexto que hay que ir desmenuzando poco a poco.

Sin duda alguna, una de las joyas del cine español.

Los 7 «magníficos» samuráis

Vayamos a 1954, os sonará un tal Akira Kurosawa ¿verdad? Ese año estrenó una de las consideradas mejores películas para la historia del cine: Los siete samuráis. Película con la que se aseguró dejar huella en cineastas posteriores; y tanto que la dejó, pero seguro que no ha ocurrido de la manera en la que el propio Kurosawa se lo esperaba

Siglo XVI, Japón. Una aldea de pobres campesinos es constantemente saqueada por unos bandoleros. Uno de los campesinos se entera de cuándo será el próximo ataque. Los campesinos, para plantarle cara de una vez a sus enemigos, deciden ir a la ciudad y contratar a un grupo de samuráis para que les ayuden en su contienda. Sin embargo, esto no será tarea fácil ya que únicamente les pueden pagar garantizándoles tres platos de arroz al día.

Después de casi cuatro horas de visionado en japonés subtitulado —algo no muy convencional como se puede intuir— lo que deja esta película en el espectador son ganas de más, y no lo digo a malas, todo lo contrario. Acababa de terminar una de las mejores películas que jamás había visto. Una película que, a pesar de sus 67 años de edad, no había envejecido en absoluto.

Esta película presenta una increíble dirección y una narrativa bastante interesante, además de la maravillosa puesta en escena formando así, y lo vuelvo a decir, una de las mejores películas que he visto. Sin embargo, había algo que constantemente me sacaba de la película…

Cartel de presentación de la película. Fuente: BBC

Constantemente me preguntaba por qué una trama tan sorprendente y una estructura tan impredecible podían llegar a sonarme tanto, es como si alguna vez hubiese visto ya esa película.

Realmente estaba en lo cierto, ya había visto esa película antes, solo que no estaba contextualizada en el Japón feudal del siglo XVI, sino en el lejano oeste americano.

Y sí, tan solo seis años después del estreno de la versión japonesa, el cineasta John Sturges (The great escape) realizó su propia versión a la americana con este peculiar western.

No se limitó a coger la historia original como concepto y de ahí desarrollar una nueva historia, John Sturges tomó de la película japonesa el perfil y la presentación de personajes, gags, escenas, subtramas, diálogos e incluso composición de algunos planos. Solo que tuvo la habilidad de resumirla en dos horas convirtiéndose así en un producto mucho más convencional y más acorde a lo que el público americano estaba acostumbrado a esperar.

Si que es verdad que en su día no llegó a ser un gran éxito en taquillas. En cambio, actualmente es más recordada que la película en la que se basa, curiosamente, por otro nuevo remake.

En 2016 Antoine Fuqua cuenta con su actor de confianza Denzel Washington para protagonizar este remake del clásico western; contando en su elenco a actores de primera fila de Hollywood como Chris Pratt y Ethan Hawke y, así, homenajear la película de 1960. De esta manera, vuelve a la gran pantalla la historia de estos siete mercenarios, eso sí, actualizada al consumo cinéfilo actual e incorporando algunos cambios.

Por lo tanto, esta última producción ya significó cierto punto de inflexión decantando como clásico por antonomasia a la obra de John Sturges.

Y ojo, no lo estoy culpando de nada, considero Los 7 magníficos como uno de los mejores clásicos de este género americano, solo que la gran película de Kurosawa quedó un poco en el olvido y en la retaguardia o en “la parrilla” de aquellos espectadores más cinéfilos y dispuestos a disfrutar de esas cuatro horas en japonés subtitulado de las que hablaba anteriormente.

Imagen del elenco principal durante el rodaje de los 7 magníficos, 1960. Fuente: Reddit

Por lo tanto, hilando con la idea lanzada al principio, Kurosawa creó una historia de verdaderos héroes capaces de arriesgar su vida a cambio de un plato de comida, sólo para ayudar a personas necesitadas de sus servicios; desgraciadamente, la increíble historia que creó ha sido eclipsada por la industria americana siendo recordada por el western clásico de los años 60 y, si me apuras, por la imagen de Denzel Washington caracterizado de pistolero cual Sheriff Woody.

Y, hablando de películas de Disney Pixar, ¿recordáis Bichos? Pues también está inspirada en Los siete samuráis, pero eso ya es otra historia. ¿Os apetecería saber más?

Heimlich en una de las escenas de bichos. Fuente: Giftmania

¿Y vosotros? ¿Conocíais la relación entre estas películas?

Aquello que no conocías y deberías saber si te gustó The big Lebowski

“En el oeste vivía un tipo del que quiero hablaros, un tipo llamado Jeff Lebowski. Al menos, ese nombre le pusieron sus padres, pero él lo usaba poco, se hacía llamar “The Dude”

¿Os suenan estas líneas, verdad? Así, un 24 de abril de hace 23 años los hermanos Coen presentaban al mundo su nueva película, contando en su elenco con nombres como Jeff Bridges, John Goodman, Juliane Moore, Steve Buscemi y Philip Seymour Hoffman.

Una completa comedia negra muy divertida que focaliza la atención en “The dude”, un personaje un tanto particular que pasa sus días jugando a los bolos hasta que, un día, su vida cambia por completo al ser confundido con un millonario también llamado Jeff Lebowski.

Selfie «detrás de las cámaras». Jeff Bridges (derecha) y Sam Elliot (izquierda) caracterizados como sus personajes momentos previos de grabar la última escena de la película. Fuente: The Ringer

Este ya clásico de los Coen hoy en día no es solo recordado por la increíble interpretación de todos los actores, por las disparatadas tramas que te terminan sacando una sonrisa o por la manera de transmitir tanta simpatía en 117 minutos. Esta película tiene mucho más en su trasfondo por lo que es recordada; por supuesto, todo bastante acorde a la estética general de la película y siguiendo esa línea de la absurdez y el disparate; como por ejemplo, el hecho de haber dado origen a una nueva religión, el Dudeismo.

Como su propio nombre indica, el Dudeismo, es una religión que se basa en el estilo de vida de “The dude”. Se funda en 2005, tan solo 5 años después, en 2010, esta religión registró más de 70000 fieles. Quienes todos los 6 de marzo celebran y rinden homenaje a «The dude«.

Representación divinizada de «The Dude«. Fuente: La tercera

Básicamente los adeptos a esta religión se dedican a jugar a los bolos, fumar “canutos” y vestir de la misma forma que este particular personaje.

Así contado puede tener forma de secta, pero nada más lejos de la realidad, el propio fundador de la religión, autoproclamado “Duley Lama”, en el decálogo de la religión detalla, “predicamos no predicar y practicar (rezar) lo menos posible”. Los que se unen a esta religión lo hacen de forma voluntaria en la búsqueda del equilibrio y la pureza del espíritu buscando la felicidad en las pequeñas cosas de la vida.

Esta nueva religión que nace a partir de la película no es el único componente religioso relacionado con la obra de los hermanos Coen. La película también tiene diálogos basados en pasajes bíblicos.

Cabe destacar la muletilla del personaje principal “The dude abides” (The dude permanece), basada en un libro del antiguo testamento que reflexiona sobre la fugacidad de los placeres y se pregunta cómo afrontar la vida. Estos son aspectos bastante acordes con la personalidad del propio personaje, un personaje tan pintoresco, peculiar y extraño que costaría hacerse a la idea de que existiese de verdad, pero realmente existe.

The Dude está basado en un productor con quien trabajaron los hermanos Coen en su primera película, Jeff Dowd. El productor también se hacía llamar “The Dude”, fue activista pacifista en su juventud, al igual que cuenta Lebowski en la película y su mayor afición es la de jugar a los bolos.

Pero no solo el protagonista está basado en un personaje principal, Maude Lebowski, el personaje interpretado por Julianne Moore, está basado también en un personaje real, concretamente en Carolee Schneemann, una artista conocida por sus obras de alto contenido sexual. 

Pero los Coen no solo se inspiraron en personas reales para sus personajes; los hermanos se inspiraron para ciertas tramas en las vivencias y anécdotas que le contaba Peter Exline, un guionista asistente de la película, de las que sacaron casualmente uno de los pasajes más disparatados de la película, y sí, a este guionista le robaron el coche encontrando en él tras su aparición la tarea de uno de sus alumnos cuando daba clase en la universidad.

Quizá una de las claves del éxito de esta película resida en todo lo que ha bebido de la realidad, convirtiéndose en un producto que sigue cosechando éxitos casi 25 años después de su estreno. Y no hablamos de salas o plataformas en las que en ocasiones podemos revisionar la película; hablo del espíritu que transmite  y de todo en lo que ha derivado, desde la existencia de una tienda de “merchandising” de artículos de la película en New York a la creación de un festival, Lebowski Fest, al que las personas acuden disfrazadas de sus personajes a jugar a los bolos. 

Estos aspectos son los que nos dicen que The Big Lebowski es mucho más que una película y que, por supuesto, «The Dude», es mucho más que un personaje; ambos son una forma de ver y entender la vida con otros ojos, una forma de vida en lo único que necesitas para ser tú es “una alfombra que llene el salón

Valoración de la película

Puntuación: 4 de 5.

Vale, es una película que focaliza la atención en unos personajes completamente cómicos llegando al extremo incluso de la idiotez, pero sus disparates están contados de una forma muy inteligente, haciendo así que su visionado sea una verdadera experiencia.

Sonrisa garantizada.

Noticias del gran mundo, una historia llena de «cuentos» sobre el nacimiento de una nueva nación


La película, estrenada en diciembre de 2020 en Estados Unidos, llegó a España de la mano de Netflix el pasado miércoles 10 de febrero. La producción dirigida por Paul Greengrass (Conocido por películas como el Capitán Phillips o La saga Bourne) cuenta con Tom Hanks y con una jovencísima Helena Zengel nominada a los Globos de Oro por su actuación en este peculiar western, adaptación de la novela homónima de Paulette Jiles
(Para saber sobre más nominaciones a los Globos de Oro, haz click aquí).

Años después de la guerra civil americana, el capitán Jefferson Kyle Kidd (Tom Hanks), veterano de las tropas norteñas, se gana la vida viajando de ciudad en ciudad leyendo noticias y contando historias al público rural. En su camino se encuentra con Johanna (Helena Zengel) una niña de ascendencia alemana arrebatada de su familia por una tribu aborigen Kiowa cuando tan solo era un bebé. Capitán Kidd decidirá llevar a Johanna de vuelta con lo que quede de su familia, a la vez que intentará educarla en la cultura americana; sin embargo, los cientos de kilómetros que le separan de su destino no serán nada fáciles.

Para entender esta historia, la tenemos que comparar con una típica historia de héroes y caballeros medievales, en las que el protagonista se ha de enfrentar a diferentes monstruos y otras adversidades. Pues esto, es igual.

Es decir, tras dejar atrás un primer acto en el que se presenta a ambos protagonistas: Al capitán como un excombatiente con la necesidad de limpiar su conciencia, y a la niña, como una salvaje incapaz de relacionarse con el medio que le rodea, se pasa de forma repentina lo que llamaremos “su aventura”. Apareciendo en el segundo acto tres subtramas muy acordes con el contexto en el que sucede la historia, el único «pero» que encuentro es que son demasiado cortas. Estas son tramas con una estructura propia, como tres microrrelatos dentro de la historia en sí, pero suceden tan rápido que da la sensación de que quedan incompletos, te dejan con ganas de profundizar más.

Además, el salto entre tramas queda un poco vacío. Es decir, se pasa del todo a la nada, llegando incluso a desconectar al espectador. De hecho, lo mismo ocurre con el salto al tercer acto y con la propia resolución. No obstante, estas subtramas de las que hablo, son bastante entretenidas y nos permiten indagar en el concepto de la película, el nacimiento desde cero de “una nueva nación” bastante pintoresca y muy marcada por el paso de la guerra civil americana.

Fotograma de la película. Netflix

Esta temática de la película no solo la encontramos en la relación entre los dos protagonistas y en las subtramas anteriormente comentadas; también en las propias historias que cuenta el capitán Jefferson de pueblo en pueblo, que van variando al cambiar la personalidad del protagonista, pero aquí no entraremos para evitar posibles spoilers.

También resulta bastante interesante la fotografía, muy cuidada y bonita; así como la dirección. Es una película que tiene la capacidad de contar mucho usando pocas palabras, ya que los personajes principales no hablan el mismo idioma y creo que eso es algo bastante destacable para el desarrollo del largometraje.

Otro aspecto a destacar en la película es la música que nos puede recordar a emblemáticos y clásicos westerns. La obra de James Newton Howard le ha valido a esta producción una nominación a los Globos de Oro.

Fotograma de la película. Netflix

Viendo esta película podemos encontrar un símil con el clásico western de John Ford, Centauros del desierto una cinta de 1956 protagonizada por John Wayne. Es una película con una temática y un contexto bastante parecido y, por si fuera poco, Paul Greengrass se permite realizarle un guiño con uno de sus planos más icónicos. Todo buen cinéfilo sabrá a cuál me estoy refiriendo.

En resumidas cuentas, aunque esas subtramas te dejan con ganas de más y los “tiempos muertos” entre ellas pueden dejarte un poco vacío o que, emocionalmente, no transmita tanto como quisiera, no está nada mal. Es un producto bastante resultón al fin y al cabo protagonizado por uno de los actores más importantes de Hollywood y que no se olvida del formato western clásico.

Valoración

Puntuación: 3 de 5.

Tiene historias bastante interesantes pero se terminan quedando cortas, no obstante, es bastante entretenida y cuenta con unas interpretaciones, música, fotografía y concepto bastante llamativas.

The Dig, una ventana intertemporal con vistas al tesoro de Sutton Hoo

El pasado viernes 29 de enero se estrenó en Netflix The Dig (La excavación), basado en la novela homónima de John Preston, a su vez, basada en una historia real sobre uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes para la historia británica.

La película dirigida por Simon Stone (conocido por películas como The Daughter) se convierte en un producto bastante interesante, “una golosina” para todo aquel que consiga conectar con él.

Inglaterra, 1938, Edith Pretty (Carey Mulligan) contrata los servicios de Basil Brown (Ralph Fiennes) un arqueólogo experimentado para que comience a explorar unos montículos funerarios situados en uno de sus terrenos. Enmarcado en un contexto de tensión internacional a las puertas de la II Guerra Mundial; esta película se acoge a un discurso “existencialista” que materializa las diversas maneras de afrontar la muerte del ser humano.

Narrativamente podemos separar la película en dos partes. Una primera parte bastante íntima que focaliza la atención en la relación entre Edith y Basil, una relación basada en el respeto y la lealtad; además cuenta con un discurso bastante profundo sobre el tema por excelencia de la película, el afrontamiento de la muerte. Y no solamente por el hecho de que el descubrimiento en cuestión sea una cámara funeraria, sino que este conflicto también aparece representado de forma latente en el personaje interpretado por Carey Mulligan, una mujer viuda con una salud bastante pobre.

En esta primera parte también centramos nuestra atención en un gran Ralph Fiennes que interpreta a un “excavador” -tal y como su personaje se califica independientemente de sus cualidades- cuyo éxito enterró la sombra de la II guerra mundial, pero de esto hablaremos más adelante.

Fotograma de la película Fuente: Netflix / Larry Horricks

En la segunda parte aparece una gran Lily James interpretando a Peggy Preston, una joven arqueóloga cualificada que entra en la excavación. Esto le aporta a la película un enfoque más juvenil y no tan complejo como en la primera parte.

La presencia de tales personajes crean una especie de cimientos a base de subtramas que evitan que la película caiga en la monotonía que puede provocar la trama principal, únicamente centrada en el transcurso de la excavación de Sutton Hoo. 

No obstante, es una película bastante bien cohesionada, de hecho, en el clímax final las tres tramas confluyen bajo un monólogo dulce, infantil e inocente de uno de los personajes más jóvenes, produciendo un efecto casi mágico y puramente emotivo.

Cuenta además con una fotografía de Mike Eley llamativa cuanto menos, creando una estética bastante agradable que incluso llega a contrastar un poco con el discurso general y con la propia historia en cuestión que no deja de ser un drama. También presenta un montaje bastante limpio aprovechando, como tónica general de la película, diferentes recursos que permiten mostrar varias historias a la vez, o anticipar la propia trama que estamos viendo.

Fotograma de la película Fuente: Netflix / Larry Horricks

No hay que olvidar, tal y como anticipé anteriormente, que uno de los principales objetivos de la película es dar crédito de forma póstuma a Basil Brown, el propio excavador. Esto se deba a que el museo británico se lo apuntó como un hallazgo propio como ha ocurrido con otros descubrimientos. Considero que se consigue hacer honor a este personaje perfectamente, ya que es uno de los engranajes clave de esta película pero, ¿por qué es tan importante este acontecimiento?

En 1939 no solo apareció en uno de los montículos un barco funerario con un tesoro de gran valor, su importancia va mucho más allá. Lo que realmente importa de este hallazgo es la gran cantidad de información que aportó sobre los denominados “Años Oscuros”. Período de transición entre la antigüedad romana y la alta edad media del que no hay una gran variedad de información.

Se pensaba que la cultura anglosajona, a la cual se atribuye este tesoro, era una civilización bárbara, pero se equivocaban. Este hallazgo demostró que realmente era una cultura bastante diferente, encontrando conexiones con civilizaciones extranjeras y, por supuesto, inquietudes con respecto a la vida y la muerte. 

Fotografía de la excavación real, año 1939 Fuente: El País

Ligándose este aspecto a la temática de la película, encontramos un potentísimo mensaje y reflexión sobre el miedo y la forma en la que cada persona trata su fin; bien desde una perspectiva esperanzadora que se apoya en la huella humana permanente en el paso del tiempo; o bien desde una demoledora perspectiva que se resiste a dejarlo todo atrás, todo en el contexto en el que jóvenes e inocentes mueren en una de las guerras más sangrientas de la historia de la humanidad.

Valoración

Puntuación: 4 de 5.

Bastante compacta empleando subtramas como colchón de la trama principal; ritmo rápido; bastante agradable y emotiva.

Lupin, una nueva versión actualizada de este clásico personaje francés

Ya han pasado varias semanas desde que Netflix estrenó Lupin, la primera gran apuesta del año para la pequeña pantalla. Esta producción francesa creada por George Kay, conocido también por Criminal: UK, ha cosechado unas cifras en audiencia increíbles en cuestión de pocos días. «Resucitando» al clásico personaje de ficción literario creado por Maurice Leblanc, nos brinda una primera temporada de cinco capítulos y una más que posible segunda temporada.

Assane Diop -interpretado por Omar Sy, quién está estupendo en toda la serie- es un carterista y estafador muy influenciado por Arsène Lupin, el caballero ladrón de las novelas de Maurice Leblanc. En su primer capítulo se nos presenta como planea robar una novedosa y exclusiva pieza en el museo del Louvre, el collar de la reina. Esta joya tiene un valor especial, pues llevaba desaparecida 25 años desde que fue presuntamente robada por el padre de nuestro protagonista.

Una vez con la pieza en su poder, Assane descubre que la historia que implicaba a su padre era falsa y decide emprender una peculiar venganza hacia el antiguo jefe del mismo, miembro de la burguesía francesa. Eso sí, sin dejar de lado el método heredado de este caballero ladrón literario.

Para empezar, la narrativa que parecía que iba a llevar tal y como presentó su primer episodio, paulatinamente fue decayendo quedando absorbida en la trama de la venganza personal.

Es decir, el clímax final o clausura del episodio piloto es un completo tributo a la obra de Maurice Leblanc, en la que se leen las primeras líneas de la novela mientras se reconstruye la forma de actuar de nuestro protagonista. De esta forma, finaliza así la presentación de este personaje y su estrecho vínculo con el personaje de ficción, –alerta spoiler– vínculo potenciado por ser la figura este ladrón de guante blanco uno de los únicos recuerdos que conservaba de su padre antes de su suicidio, de ahí la obsesión ciega por este personaje.

A medida que avanza la serie, ese vínculo comienza a mostrarse de una forma implícita recurriendo como respuesta a las acciones de Assane, dándole así más peso a tramas personales dejando un poco de lado la riqueza de esta relación.

Fotograma del primer episodio de la serie. / Espinof

Presenta una estructura llena de flashbacks, recurso que funciona bastante bien. De esta manera, se tocan temas como la lucha de clases, el racismo, la inmigración y los estereotipos que se tiene sobre los inmigrantes durante la infancia y juventud de Assane –década de los 90-, permitiendo una comparación en cuanto al tratamiento de esos mismos temas en la actualidad. Así pues, se asienta una base de contenidos bastante bien cimentada con estos temas como trasfondo.

Pese a que mantiene un tono de tensión y suspense durante los 5 episodios y una estética fotográfica bastante cuidada, la serie en determinados momentos pierde credibilidad. Es inconcebible que –alerta spoiler– un preso, 25 años después y en el estado que estaba, fuera capaz de recordar qué libro se llevó el padre de Assane a su celda; aunque no debemos de olvidar que se trata de ficción y que, dentro de este universo creado por la serie, todo es posible. Más aún teniendo en cuenta que ese libro se trataba de Arsène Lupin, caballero o ladrón.

El final abierto en cliffhanger de esta temporada no hace más que generarnos muchas preguntas, pero la cuestión más importante de todas, ¿Quién es ese tal Arsène Lupin?

Cartel de Arsène Lupin pintado por Henri-Edmond Rudaux en 1909. / Dominio Público

Para no caer en redundancia, como ya hemos comentado anteriormente, Arsène Lupin es un personaje literario de ficción creado por Marcel Leblanc. La primera aparición de este caballero ladrón fue a principios del siglo XX; con una popularidad bastante comparada con el Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle de quien era contemporáneo. La peculiaridad de este personaje es que se presenta en sus novelas como un “Robin Hood”, una especie de ladrón inteligente que únicamente atacaba a personas con una conducta vil, malvadas o corruptas.

También este personaje ha protagonizado obras teatrales, cómics y, curiosamente, mangas y series de animación japonesas, como Lupin III, basadas en un supuesto nieto del personaje de las novelas de Leblanc.

En definitiva, esta nueva aparición de Arsène Lupin “lejos de su zona de confort” no solo ha supuesto un éxito para Netflix cosechando increíbles audiencias con esta producción y garantizando la continuidad de la misma, sino también para las propias novelas cuyas ventas se han disparado tras la emisión de esta serie. Sin duda alguna, esto está suponiendo una segunda vida para el clásico personaje de Marcel Leblanc.

Valoración

Puntuación: 4 de 5.

Pese a tener una estética bastante cuidada, lo que parecía que iba a seguir un discurso bastante interesante relacionado con el libro se ve reducido a una historia de venganza. Dicho esto, si le sumamos aquella “falta de credibilidad puntual”, esta serie se ve reducida a un producto cuya finalidad es la de entretener y despejar al espectador durante su visionado.

Sin embargo, está muy trabajada “la misión” que realiza con el propio personaje del libro, la carismática actuación de Omar Sy y los temas que toca.

Fragmentos de una mujer, una caída repentina y “sin epidural” desde el más puro éxtasis

Fragmentos de una mujer se convierte en el primer gran estreno de Netflix tras el éxito que tuvo esta cinta en el Festival de Venecia, llevándose Vanessa Kirby el premio a Mejor Actriz. Esta producción canadiense llegó a la plataforma el 7 de enero, cinco meses después de su paso por el festival

La película cuenta la historia de Martha y Sean, un matrimonio de Boston que espera ansiosa e ilusionadamente el nacimiento de su hija, pero un contratiempo en el parto en casa debido a una negligencia de la comadrona provoca la pérdida de la recién nacida momentos después de dar a luz.

Tras este suceso, sus vidas cambian, sobre todo para Martha, quien además de lidiar con el dolor que supone la pérdida, deberá afrontar otros problemas familiares con su marido y su madre, una mujer difícil de llevar.

El director húngaro Kornél Mundruczó (Jupiter’s Moon) nos trae a “la gran pantalla” esta adaptación del libreto de Kata Wéber, presentado en su primera media hora con un impresionante plano secuencia de unos 25 minutos: una coreografía que trata de contar a tiempo real el frenetismo del parto.

En este primer acto vemos la desgarradora y potentísima actuación de Vanessa Kirby (Martha), llamada a la nominación del Oscar y a un buen Shia LaBeouf (Sean), causantes en gran parte de que este plano secuencia funcione tan bien, llegando a una placentera satisfacción que gira con brusquedad hacia una situación dramática que te destruye.

Una vez finalizado este acto, la película cambia por completo. Después del clímax inicial, comenzamos a ver la vida de los protagonistas tras el trágico embarazo, para lo que el ritmo desciende en gran medida llegando incluso a desconectar constantemente a los espectadores.

Fuente: Benjamin Loeb / Netflix

Lo que puede parecer a priori una narrativa bastante interesante, parece que no lleva a ningún lado —incluso, Martha comienza a pasar desapercibida. Se reduce el interés de profundizar sobre este personaje únicamente cuestionándonos sobre ella el por qué de su obsesión compulsiva con los brotes de manzano —alerta spoiler— que al final se explica como una especie de fetiche que atribuía el olor de la manzana al único recuerdo que poseía de la brevísima existencia de su hija: su intención era plantarlos para llevarla a toda costa a la vida.

Fotograma de la película. Fuente: Espinof

Por otro lado, el guión comienza a focalizar nuestra atención en Sean, tras un enfado con Martha, por no ponerse de acuerdo en darle sepultura al cuerpo de su hija, situación que provoca que recaiga en las drogas y le sea infiel con su prima, quien a su vez le está llevando el caso judicial que enfrenta a la protagonista con la matrona. Otra trama que eclipsa la presencia de Martha es la recaída de salud de su madre y la relación que tiene con ella misma: una relación bastante golpeada y afectada por su incompatible personalidad.

 Martha (Vanessa Kirby) y su madre (Ellen Burstyn). Foto: Benjamin Loeb / Netflix

No obstante, a pesar de que el tratamiento central de la película es bastante plano, realiza una cocción a fuego lento del clímax final, cuando la película consigue remontar volviendo a conectar con el espectador. Este clímax final es reconciliador —alerta spoiler— no solo hacia la comadrona a quien Martha decide indultar si no también para su ex marido Sean, quien está presente aunque fuera de forma simbólica en la despedida definitiva de su hija y, por supuesto, con el público, volviendo a llegar emocionalmente y recuperando esa espectacular actuación de Vanessa Kirby.

En definitiva, el resultado de esta película (a excepción del magistral plano secuencia inicial), queda como un producto poco atractivo, lento y con personajes que aportan narrativamente poco eclipsando la figura de la protagonista, quien debería de acaparar la mayor atención. Independientemente de ello, merece la pena realizar estas dos horas y poco de visionado, apreciar la actuación de Vanessa Kirby y dejarte llevar a dónde te lleva emocionalmente.

Valoración

Puntuación: 2.5 de 5.

Por mi parte, se lleva un 3’5 sobre 5. Poco atractivo, no arriesga desaprovechando una increíble actuación, pero muy potente emotivamente.