Actualmente existe un intenso debate sobre la sexualidad que ha provocado la aparición de nuevas investigaciones junto a conceptos o clasificaciones diferentes que están comenzando a emerger contra los estereotipos sociales. Antes de meternos de lleno en ello, mejor empezar desde una definición: la sexualidad va orientada a dos ámbitos; sexual e identidad. Según la RAE, la sexualidad es el «conjunto de condiciones anatómicas y fisiológicas que caracterizan a cada sexo, o apetito sexual».

Todas las personas tenemos un género, un sexo y una orientación que, si bien se relacionan entre sí, son diferentes. Por ejemplo, existen dos tipos de identidad: una sexual (el sexo biológico otorgado al nacer a partir de la interpretación de nuestros genitales) y de género (identificación de una persona con una identidad masculina, femenina o andrógina, que es el encuentro de ambos rasgos sin que exista dominancia de uno u otro).
Sin embargo, la sociedad y su cultura influyen de manera directa en la concepción del género, llegando a crear los llamados “roles de género”, pues va más allá de lo biológico, el ser hombre o mujer está ligado a la forma de comportarse o de vestir, por ejemplo.
Esta concepción hoy en día es algo que se está rompiendo, aunque su lucha lleva consigo muchos años. Comenzó como una reivindicación por parte del colectivo homosexual, quienes pedían ser tratados igualitariamente tanto en el ámbito social como en el de oportunidades, y se ha convertido en lo que es ahora: el colectivo LGTBIQ+ luchando por poder expresar su sexualidad libremente, su identidad y sus preferencias sexuales, y contra el desprecio que se sigue manifestando hacia ellos.

La ciencia que estudia el Hecho Sexual Humano, es decir, el concepto de sexología, aparece por primera vez vinculado al pensamiento feminista y el género a finales del siglo XIX, de la mano de Elizabeth Osgood Goodrich Willard, con un enfoque biológico, para clasificar los dos sexos y sus características. A la vez, la medicina comenzaba a regular los estudios en relación con la sexualidad –aunque siempre entendiéndola como la práctica heterosexual conyugal y reproductiva–. Esto hizo que fuera quedaran otras atracciones sexuales, pues aún se entendían como “enfermedad mental”.
A principios del siglo XX, un grupo de sexólogos comienzan a abrir el enfoque a la diversidad. Se fundó la Liga Mundial por la Reforma Sexual que reivindicaba derechos para la comunidad, comprensión científica hacia la constitución sexual o reformas legales y sociales para eliminar los peligros de la prostitución, entre otros objetivos.
La revuelta más conocida y la que sin duda, marcó un antes y un después, fue la de Stonewall Inn en 1969. Un grupo de policías realizó una redada en el bar Stonewall para sacar de allí a los clientes, todos de dicha comunidad. Sin embargo, estos se defendieron ante tal injusticia, obligando a los policías a refugiarse dentro del bar. Tras esa noche, los gais y lesbianas se unieron en organizaciones, como Gay Activists Alliance y Gay Liberation Font, precursoras del primer Desfile Gay como conmemoración del aniversario de la revuelta.

En España, en 1970, surgió la primera acción clandestina por los derechos homosexuales: Movimiento Español de Liberación Homosexual. En contraposición, ese mismo año se habían aprobado penas de prisión o internamiento psiquiátrico para los homosexuales.
Con el surgimiento de la enfermedad del SIDA, el colectivo transexual y homosexual retrocedió aquellos pasos que había conseguido dar, pues su origen se asoció a las relaciones entre personas del mismo sexo y entre transexuales. No fue hasta el 17 de mayo 1990 cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que la homosexualidad no era una enfermedad. Miles de personas se lanzaron ese día a las calles para celebrar esa victoria a pesar de que el terrorismo contra la comunidad estaba aumentando. En 1999, ocurrió el atentado de Admiral Duncan llevado a cabo por un terrorista de extrema derecha quien acabó con la vida de tres personas que se encontraban en el local, un sitio que en nuestros días, es un símbolo para la comunidad LGTBQ+ londinense.
Tras ello, en 2001, Holanda aprobó el matrimonio homosexual. Le siguieron Bélgica en 2003, Canadá y España en 2005 y Sudáfrica en 2006, entre muchos otros. Actualmente está permitido en 28 países, entre los que están Reino Unido y Costa Rica, los últimos en aprobarlo a principios de este mismo año.

Por otro lado, aparece la figura de Michael Dillon, que tras recibir la primera cirugía de reasignación de sexo en 1939, pudo llegar a ser él mismo. Dilon fue el encargado, años más tarde, de operar a Roberta Cowell, la primera mujer trans británica conocida en someterse a la misma operación. De hecho, existió una mujer trans antes de ella, Lilith, que no pudo seguir viviendo tras haber sido operada y su registro no consta en ningún lado. La muerte de Cowell se dio en 2011, tras una larga vida luchando por los derechos de las personas transexuales.
Más recientemente, en 2018, el presidente alemán, Frank-Walker, se disculpó a la comunidad por los crímenes cometidos durante el Holocausto. El mismo año, la OMS expulsó la transexualidad de la categoría de trastorno psicológica y pasó a ser una cuestión física.
“Les pido perdón por ello. Por el dolor y por la injusticia pasados y por el largo silencio que le sucedió”
Frank-Walker, presidente de Alemania
Hoy en día somos conscientes de que que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo no están ligadas únicamente a la reproducción, sino que son una variante del comportamiento humano, también unida a la identidad como ya hemos explicado. La sexualidad mantiene una estrecha relación con los derechos y la dignidad de la persona, un camino que la sociedad todavía está protagonizando, y que aún seguirá recorriendo, puesto que supone plantear otro enfoque de los derechos humanos: la sexualidad está relacionado con el ámbito social, cultural, político y económico. Al fin y al cabo, los grandes cambios llevan su tiempo.