6 de marzo con «m» de Miguel Ángel

Miguel Ángel Buonarroti nació el 6 de marzo de 1475 en Caprese, un pequeño municipio italiano de la provincia de Arezzo, que hoy recibe por nombre «Caprese Michelangelo»

Miguel Ángel o «Michelangelo», nombre de pila por el que también se conoce, es considerado uno de los más grandes artistas de la historia. En su trayectoria tan artística como polifacética se dedicó a las tres grandes expresiones del arte: la pintura, la escultura y la arquitectura, destacando en todas ellas, gracias a su precisión e innovación en las técnicas y convirtiéndose así. Es la figura más importante del Cinquecento renacentista (S.XVI).

Retrato de Miguel Ángel de Daniele de Volterra (1544). Fuente: Wikipedia

Miguel Ángel se inició en la pintura formándose durante trece años en el taller de Ghirlandaio, pintor cuatrocentista italiano, donde se especializó en la técnica de la pintura al fresco.

Las primeras obras que se conservan del artista son un encargo oficial para la República y una tabla para una colección privada. Tras esto, en 1504 realiza Tondo Doni, en el que los llamativos escorzos y los desnudos del fondo tienen cierta semejanza a los de La Batalla de Cascina (1504-1505), un cartón para decorar al fresco para el Palazzo Vecchio de Florencia que muestra la victoria de los florentinos frente a los pisanos.

La Batalla de Cascina. Fue diseñado por Miguel Ángel pero no llegó a pintarlo. Sólo hizo el cartón previo. Es conocido por la copia al óleo de Sangallo y por los grabados de Raimondi. Fuente: Wikipedia
Tondo Doni, Miguel Ángel. Fuente: Historia Arte

La perfección que alcanzó Miguel Ángel al representar desnudos fue debido a la cantidad de horas y número de sesiones que el propio artista pasó descuartizando cadáveres en el Hospital del Espíritu Santo.

Aunque ya demostraba una gran capacidad para la pintura, entre 1508 y 1512 alcanza un grado de perfección inigualable, ya que lleva a cabo el fresco más famoso de la historia: el Ciclo de la Creación y Caída del Hombre en la bóveda de la Capilla Sixtina del Palacio del Vaticano en Roma donde se narran dichos sucesos tal y como se describen en el Génesis. El artista decidió compartimentar el espacio rectangular del centro en nueve tramos, separándolos por desnudos y tondos, siendo estos últimos unos adornos circulares.

Ciclo de la Creación y la Caída del Hombre, Miguel Ángel. Fuente: National Gallery

Tras esto, entre 1535 y 1541 realiza otro fresco sobre muro en el Altar Mayor de la Capilla Sixtina en el Palacio del Vaticano en Roma, Juicio Final, cuya composición, colores y representación causó una gran conmoción para todo aquel que lo visitaba.

Al final de su vida, entre 1542 y 1550, realizó dos grandes murales de renombre: la Conversión de San Pablo y el Martirio de San Pedro.

La Conversión de San Pablo, Miguel Ángel. Fuente: Wikipedia
El Martirio de San Pedro, Miguel Ángel. Fuente: Wikipedia

En cuanto a la vertiente escultórica, nos encontramos ante un artista que marcó un antes y un después. Son tantas las obras que llevan inscritas su nombre que es imposible nombrarlas todas, aunque sin duda se nos viene a la mente el imponente David. Sin embargo, antes de llegar a esta imagen es necesario conocer el recorrido que el escultor realizó antes de conseguir su máxima creación.

En una primera etapa ubicada en Florencia, sobresale la Virgen de la Escalera, realizada entre 1489 y 1492. Destacó por las figuras monumentales que representaba, el bajorrelieve y el detalle en las vestimentas. Posteriormente, tras la muerte de Lorenzo de Médici y la caída del dominico en 1492, abandona Florencia para residir en Roma, donde alcanza su máximo esplendor.

Virgen de la Escalera, Miguel Ángel. Fuente: Más Clases de Arte

Si en la representación que realiza del Baco (1496-1498) se puede atisbar la grandeza que el artista va adquiriendo, ese mismo año comienza la creación de La Piedad, que un año más tarde finaliza, convirtiéndose en el prototipo de imagen devota del arte cristiano.

Aunque la finalidad era simplemente decorar la tumba del cardenal Jean Bilhères de Lagraulas, el propio Miguel Ángel quedó fascinado por el resultado obtenido, por lo que en la cinta que cruza el pecho de la Virgen firmó con la siguiente frase «Miguel Ángel Buonarroti, florentino, lo hizo«. Un ya anciano Miguel Ángel, recurriría de nuevo al tema de la Piedad de María haciendo variaciones a partir de 1550 hasta el final de sus días.

La Piedad, Miguel Ángel. Fuente: Historia Arte
La Piedad, Miguel Ángel. Fuente: Historia Arte
La Piedad, Miguel Ángel. Fuente: Historia Arte

Entre 1501 y 1504 esculpió su obra más famosa, el David, al que llamaron popularmente «el Gigante». Para realizarlo, Miguel Ángel volvió a centrarse en el estudio de la anatomía, reflejada en la posición de contrapposto que acoge la imagen. Cabe destacar que con una intención alegórica decidió agrandar la cabeza y la mano derecha del joven pastor hebreo que representaba.

El detalle del rostro refleja la profundidad interior del joven, que se encuentra totalmente centrado en la acción que realiza y cuyo cabello, con los claroscuros que presenta, refuerza el dramatismo que desprende la obra. Además, el cabello también muestra la clara influencia del arte clásico en el autor. Por otra parte, se puede apreciar el famoso gesto de terribilitá miguelangelesca en su rostro y las marcas de tensión en la mano.

Tras esto realizó el Mausoleo para Julio II (1505), el Moisés (1515) y el Sepulcro de los Médici (1534), entre tantas obras de renombre.

El Moisés, Miguel Ángel. Fuente: National Geographic en Español

Aunque en el ámbito arquitectónico con anterioridad había realizado diferentes encargos, no es hasta 1520 que el Papa León X le encomienda la construcción de la Sacristía Nueva de la Basílica de San Lorenzo en Florencia donde posteriormente se añadirán los sepulcros anteriormente nombrados de los Médici. En este mismo edificio finaliza en el 1534 la Biblioteca Laurenciana, la cual consta de la sala de lectura y el vestíbulo. Es destacable la escalera del vestíbulo, una obra totalmente innovador.

Escaleras del vestíbulo de la Biblioteca Laurenciana, Miguel Ángel. Fuente: El Poder del Arte

Sin embargo, entre 1558 y 1561 realiza una de las obras más importantes en su carrera y en la historia del arte: la Cúpula de la Basílica de San Pedro del Vaticano en Roma. Se trata de una cúpula dodecagonal conformada por doce nervios, coronada por una linterna y que descansa sobre un tambor con columnas pareadas que separan varios frontones semicirculares y triangulares. Esta se convirtió en una de las más grandes de la cristiandad y la más alta. Ha servido de inspiración a otras famosas cúpulas como la de la catedral de San Pablo en Londres o la del Capitolio de Washington.

La Cúpula de la Basílica de San Pedro del Vaticano, Miguel Ángel. Fuente: La Cámara del Arte

Tal fue la importancia de Miguel Ángel, que aún en vida se escribieron tres biografías sobre él y se le denominó el «divinisimo». Sin necesidad de apelar a su apellido, todos sabemos de quién se trata cuando se le nombra. Reconocido, admirado y fuente de inspiración, Miguel Ángel sigue presente en nuestro día a día demostrando, una vez más, que el arte no muere con el paso del tiempo ni con el avance de las tendencias y técnicas artísticas.

Historia del Arte con nombre de Mujer

Historia del arte con nombre de mujer. Así titula el escritor, profesor e historiador del arte sevillano, Manuel Jesús Roldán (1980), su nuevo libro.

El pasado mes de octubre, la editorial hispalense El Paseo, lanzaba al mercado esta «pequeña enciclopedia del arte femenino» que hace un recorrido por toda la historia del arte, desde el mundo antiguo hasta el S.XX, en el que abarca gran cantidad de obras de ciento veinticinco mujeres artistas, tanto pintoras como escultoras y fotógrafas.

Manuel Jesús Roldán. Fuente: ABCdesevilla (Pasión en Sevilla)

La mayoría de los manuales y libros de historia del arte cuentan con una extensa presencia de artistas masculinos, lo que plantea las siguientes cuestiones: ¿Por qué no aparecen las mujeres en los libros de Historia del Arte? ¿Es que no había mujeres artistas o, simplemente, no triunfaron?

El viernes 20 de noviembre, en un directo desde su cuenta de Instagram, Manuel Jesús Roldán respondió a todas estas preguntas y a muchas más en la presentación de su libro, que a su vez daba presencialmente a sus alumnos de bachillerato del IES Albero.

El escritor afirma que la ausencia de la presencia femenina en la Historia del Arte no se debe a la falta de éxito que estas cosecharon en su momento ya que, por ejemplo, la sevillana Luisa Roldán (1652-1704), más conocida como «La Roldana», escultora de cámara del rey Carlos II y de Felipe V, y la francesa Marie-Louise-Élisabeth Vigée-Lebrun (1755-1842), que según el autor «alcanzó la mayor popularidad y prestigio de la Francia del S.XVIII», fueron conocidas y recibieron retribución por sus obras. Se podría decir entonces que el silencio que sufrieron las artistas fue posterior a ellas.

Desposorios místicos de Santa Catalina de Luisa Roldán. Fuente: El País
Autorretrato (1782) de Marie-Louise-Élisabeth Vigée-Lebrun. Fuente: The National Gallery

Roldán reconoce como principales culpables de esta omisión a los académicos del siglo XIX, quienes llevaron a cabo una elección de obras únicamente masculinas. Esta selección coincide con la creación de los museos y de los grandes manuales de historia del arte, lo que hace que este gusto excepcionalmente masculino lleve al olvido a tantas artistas femeninas. Además, el siglo XIX fue una época en el que la mujer estuvo especialmente relegada al ámbito doméstico, lo que la limitó y apartó del mundo artístico. Aún así, numerosas mujeres se dedicaron al arte en estos años. Entre ellas pintoras como Amalia Lindegren (1814-1891) o Julia Alcayde Montoya (1855-1939), fotógrafas como Julia Margaret Cameron (1815-1879) o Gertrude Käsebier (1842-1934) y escultoras como Camille Claudel (1864-1943).

Fotografía I wait (1872) de Julia Margaret Cameron. Fuente: El Cuadro del Día

Por otra parte, las mujeres que se dedicaban al arte se enfrentaban a una mayor serie de trabas que los hombres. Las mujeres debían representar detalles anecdóticos (bodegones, camafeos, floreros…) ya que una gran cantidad de temas estaban prohibidos para ellas, juzgando así sus obras como «arte menor».

Asimismo, la hegemonía masculina, que las limitaba al hogar y a la familia, también hacía que se las consideraran mujeres indecorosas e indecentes por el hecho de trabajar. Esto último podría explicar la existencia de tantos autorretratos femeninos, ya que era la manera que tenían de reivindicar y dignificar su imagen. También a la hora de historiar a las artistas, sus obras han sido infravaloradas con respecto a su vida personal, dándole más importancia al «cotilleo» que a la producción y calidad de sus obras. Un claro ejemplo es Rosa Bonheur (1822-1899), más conocida por su orientación sexual que por sus logros y creaciones. Similar es el caso de Tamara de Lempicka (1898-1980), cuya adicción a la cocaína y bisexualidad acaparaban más la atención que su implicación en el Art Decó.

Feria de Caballos de Rosa Bonheur. Fuente: El Cuadro del Día
Autorretrato en un Bugatti verde de Tamara de Lempicka. Fuente: Grada Archivo

Actualmente, mantenemos los esquemas de los manuales y libros de Historia del Arte que nacieron en el siglo XIX. Además, los museos siguen sin exponer a gran cantidad de artistas cuyo valor y cualidad es similar a la de los artistas masculinos que si se encuentran entre sus paredes, perpetuando de esta manera la omisión del arte femenino y mostrando una realidad histórica incompleta.

Hoy por hoy, hay muchos cambios por los que luchar y Manuel Jesús Roldán con Historia del Arte con Nombre de Mujer se une a la batalla para hacer justicia por todas aquellas mujeres acalladas con el tiempo. Con este libro las valora y reconoce, abriéndoles el camino que se merecen. Como el autor dice «no porque fueran mujeres, sino porque eran grandes artistas».

Autorretrato (1908) de Gabriele Münter. Fuente: Historia Arte

«Se olvida con demasiada facilidad que una mujer puede ser una artista creativa por sí misma, con un talento real y original»

Gabriele Münter (1877-1962)