El franquismo ahogaba a la inmensa mayoría de la España del siglo XX. Octavio Alberola, anarquista, tenía un objetivo claro: matar a Franco. Lo intentó hasta tres veces, pero la suerte del dictador frustraba cada uno de los planes ideados por el grupo de anarquistas del que formaba parte
Han pasado exactamente 46 años de su muerte y aún se sigue hablando de él. Francisco Franco Bahamonde se hacía con el poder absoluto de España el 1 de octubre de 1939 tras ser proclamado “Jefe del Estado”. Pero este nunca se conformó con ser un simple dictador militar. La represión fue su principal arma, aunque no la única. Los historiadores cifran en 150.000 las víctimas mortales durante el franquismo.



Arriba a la derecha, la bandera franquista. Fuente: Wikipedia. Abajo, Francisco Franco saluda. Fuente: diariolibre.com. A la derecha, Francisco Franco al inicio de su mandato. Fuente: The New York Times
El que se hacía llamar “Caudillo de España” promovía gritos que los españoles no olvidan: ¡Viva España Única! ¡Viva España Grande! ¡Viva España Libre! Una España ¿libre? La historiografía demuestra lo contrario. La censura reinaba esta etapa en nuestro país. Llegó incluso a censurarse los temas de los Rolling Stones o de David Bowie, entre otros. Un ataque, sin duda, a la libertad del pueblo español. Algo paradójico basándonos en los datos anteriores, donde se señala que Franco ponía de manifiesto una defensa a la libertad.
En definitiva, la represión franquista fue de brutal magnitud. Se dio, según el profesor y analista político Víctor Arrogante, una represión educativa, religiosa, lingüística, cultural… y así una larga lista que podría abarcar hasta el final de estas líneas. El incumplimiento de las numerosas prohibiciones tenía como consecuencia penas de cárcel, sanciones y multas, así como violencia física en la primera fase represiva del Régimen.
Los historiadores cifran en 150.000 las víctimas mortales durante el franquismo
Muchos no aguantaban más. La continua presión les pudo y la desesperación les llevaba a idear planes con el fin de acabar con la dictadura franquista. Octavio Alberola, anarquista, afirmaba para La Sexta Columna: “Se pensaba que eliminando a Franco podía comenzar un proceso de transición a la democracia».
Octavio Alberola
Octavio Alberola Suriñach es un anarcosindicalista y luchador antifranquista español. Nació en Alayor (Menorca), en 1928. Su familia era anarquista. Sus padres fueron afiliados a la CNT (Confederación Nacional de Trabajo española). Su familia fue exiliada, por lo que se vio obligada a viajar a México en 1939.
Estudió Ingeniería Civil y Física teórica en la Universidad Nacional Autónoma de México. Allí contactó con las Juventudes Libertarias (organización anarquista creada en Madrid durante la Segunda República Española) y la CNT.
A inicios de 1962, se integró como representante de las Juventudes Libertarias en el grupo Defensa Interior (DI) creado por la Comisión de Defensa del Movimiento Libertario Español. Esto lo obligó a abandonar México y volver a España. DI llevaba a cabo “acciones de hostigamiento” contra el gobierno franquista. En este dio Octavio sus primeros pasos en su lucha antifranquista. También participó en el Grupo Primero de Mayo, que fue el continuador de la lucha de DI.
Fuente: Wikipedia / alasbarricadas.org
Octavio vive actualmente en Perpiñán, una ciudad francesa fronteriza con España. Tiene 93 años, viviendo muchos de estos en la clandestinidad. Antes de llegar a España ya luchó contra otras dictaduras como la de Batista en la Cuba de los años cincuenta.
Sumergido en la lucha antifranquista con el deseo de acabar con el régimen, Octavio viajó desde México hasta España en noviembre de 1957. Un premio que ganó en la televisión mexicana le aportó el dinero necesario. Viajó gracias a una documentación falsa y a su amistad con la secretaria del director de un periódico mexicano, que le facilitó poder estar cuatro meses en Europa haciendo reportajes para el mismo.
Su principal objetivo en España era firme: matar a Franco. Para ello, Octavio ideó hasta tres planes junto al comando anarquista Defensa Interior, pero ninguno salió como esperaban. El comando se hacía llamar el Submarino en clave. Entre ellos, llamaban a Franco “el inmortal”, pues les resultaba imposible acabar con su vida.
Intento 1: 1957
Santillana del mar, Cantabria. El dictador frecuentaba la zona para ir a pescar salmones, una de sus aficiones. Cada fin de semana aprovechaba para dedicar tiempo a la pesca o la caza, pues, según él, amaba a los animales y a todo lo relacionado con la naturaleza. Así, acudía al río Ebro, entre otros, rodeado de amigos o familiares.
Se hospedaba en el parador del pueblo cántabro. Este fue el sitio elegido para acabar con la vida del dictador. “Me enseñaron incluso la habitación en la que dormía”, contaba Octavio en una entrevista para La Sexta Columna. Su idea era esconder un explosivo en el techo de aquel cuarto silenciosamente. “Había que poner el explosivo con anterioridad a que Franco llegara allí y poder hacerlo detonar, buscar la manera de estar cerca”, seguía explicando.
Todo parecía ir bien, hasta que Alberola y los suyos descubrieron lo que les haría abortar el plan: Santillana del Mar era un fortín. Esto significaba que la probabilidad de que aquello saliera bien era muy baja. Se trataba de una construcción militar para resistir ataques enemigos. Todo se quedó en lo dicho: un intento fallido.
Intento 2: agosto de 1962
Alberola y el Submarino no pensaban quedarse de brazos cruzados tras anular aquel plan de 1957. Esta vez serían más precisos.
San Sebastián, País Vasco. Allí se ubica el Palacio de Ayete, el que fue la residencia de verano de Franco y su familia desde 1940 hasta su muerte.
Elegir San Sebastián no fue una simple casualidad. El grupo contaba con infraestructura, arma y explosivos en Francia, pegada al País Vasco. A esto se le suma el apoyo que les brindó la recién formada ETA. El fundador de esta, Yulen Madariaga, les llevó 20 kilos de explosivos a San Sebastián, según cuenta Luis Reyes en Voz Pópuli.
El comando enterró más tarde los explosivos en un huerto situado a unos 100 metros del palacio. «Se metió el explosivo en una parte de la carretera en la que no había casas cercanas», contaba Octavio Alberola a La Sexta Columna. Con esto pretendían evitar que hubiera víctimas inocentes. Su intención era hacerlos explotar cuando Franco estuviera entrando a su residencia. Las pilas contaban con una duración de siete días.
«El problema es que Franco no llegó y las pilas se acabaron. Nadie sabía cuándo llegaba. Y por el peligro que representaba dejarlas allí, decidimos hacerlas explotar», reconocía Alberola. Lo cierto es que la policía detectó algo extraño en la zona y advirtió al dictador de no acercarse por allí.
Franco llegó al día siguiente a Donostia. Se pensó que ETA era la responsable de aquella bomba.
Intento 3: mayo de 1964
Madrid. El Santiago Bernabéu cobraba especial vida aquel miércoles. La Selección Española jugaba la final de la Copa de Europa contra la Unión Soviética. Una cita más que oportuna para presenciar a los españoles desprevenidos. El anarquista Fernando Carballo, según contaba Octavio, pudo ver dónde se quedó el coche y la comitiva de Franco.
dela Copa de Europa de 1964.
Fuente: footballcitizens.com
Octavio fue quien consiguió los explosivos con la intención de hacer volar por los aires al dictador. Se los entregó al anarquista Stuart Christie quien, junto con Carballo, debía llevarlos de Francia a Madrid. Pero, al llegar a la capital española, ambos fueron detenidos. De nuevo otro proyecto frustrado. Claro que, tras la detención, como era habitual en el régimen, ambos sufrieron torturas en los sótanos de la Dirección General de Seguridad.
El Submarino se convencía cada vez más de que Franco era “inmortal”. Por más que lo intentaban, sus intentos de asesinato fracasaban una y otra vez. No obstante, no fueron los únicos que hicieron todo por posible por acabar con la vida de “el Generalísimo”. La historia habla por sí sola: todo se quedó en intenciones y deseos para el bando antifranquista.
En noviembre de 1975 fallecía Franco, desatando un intenso alboroto por todo el país. Años más tarde, en 1981, Octavio Alberola y el resto de integrantes de Defensa Interior, ya disuelta por aquella época, fueron sometidos a un juicio final del que salieron absueltos por falta de pruebas. Hoy, Alberola recoge sus memorias en un libro que escribió hace unos años Agustín Comotto: El peso de las estrellas: vida del anarquista Octavio Alberola. Octavio ha escrito además un total de siete libros donde expone sus pensamientos e ideas. Las mismas que lo han llevado en más de una ocasión a entrar en prisión. Pero si hay algo que caracteriza a Alberola es sin duda su lucha incansable.