En la actual temporada de recolección de frutos rojos, Huelva se enfrenta al runrún de cada año: ¿viven en condiciones dignas los temporeros extranjeros?
El cultivo de frutos rojos, especialmente el de fresas en Huelva, es bastante abundante. Son más de 11.000 hectáreas las dedicadas a este cultivo que llama a alrededor de 80.000 temporeros cada año.
Hay que remontarse hasta la década de los 80 para conocer los primeros campos de fresas, que trajo consigo una necesidad de mano de obra que fue imposible cubrirla con la mano de obra local. En el litoral onubense, se impulsó un modelo cooperativo que colocó a Huelva en el número uno del ránking como primer exportador mundial en fresa. De hecho, de cada cien fresas que se comen en Europa, 94 son de procedencia onubense.
La polémica está sembrada cada año: ¿viven en condiciones dignas los temporeros?
Huelva es una de las provincias en Europa que más posee como refugio de temporeros los asentamientos, en su mayor parte, chabolistas. Las condiciones dignas de higiene, salud y vida brillan por su ausencia.
La COVID-19 en los asentamientos
La actual pandemia causada por la COVID-19 no ha hecho más que agravar la difícil situación de temporeros en Huelva. A fecha 8 de marzo de 2021, aún no existía un programa mínimo de prevención ante el virus durante los periodos de confinamiento en los asentamientos.
La realidad de la escasez de agua también se vio agravada por la pandemia. Un total de 49 asentamientos chabolistas no disponían de suministro de agua al comenzar la pandemia. Miles de inmigrantes, en su mayoría subsaharianos, se encontraron en condiciones de insalubridad.
La anterior visita de Philip Alston, relator especial sobre la extrema pobreza y los derechos humanos de la ONU, declaró que los trabajadores «viven como animales» y que «sus condiciones compiten con las peores que he visto en cualquier parte del mundo». Sin embargo, son escasas o prácticamente nulas las medidas que se llevan a cabo por parte de las distintas administraciones públicas, ignorando las pésimas condiciones de vida a las que estas personas se tienen que enfrentar constantemente.
A la intemperie a causa de los incendios
Uno de los factores principales de pánico entre los temporeros es el fuego. Las chabolas suelen estar compuestas de cartón, plástico o madera, materiales muy precarios y que arden con bastante facilidad. Los incendios en los asentamientos son bastante frecuentes, pues suelen producirse mientras preparan la comida o causados por rencillas entre los temporeros.
En el último incendio, que tuvo lugar en febrero de 2021, dejó sin nada a 400 personas. Perdieron ‘casa’, documentación, ropa y comida.
Un caso bastante llamativo tuvo lugar en abril de 2020, donde llegó a morir un joven de 23 años a causa de un incendio. De nuevo la inactividad de las administraciones públicas se vio contrarrestada con la ayuda que se ofreció desde Cáritas, con un total de más de 6.000 actuaciones en este ámbito.
El machismo, presente
Una de las peores lacras de la sociedad es el machismo y no se queda atrás entre las temporeras de Huelva. Una investigación periodística destapa presuntas agresiones y abusos sexuales a trabajadoras temporeras por parte de sus superiores.
La revista alemana Correctiv y la empresa BuzzFeed News publicaron en 2018 las declaraciones de mujeres que han sido presuntamente abusadas sexualmente o violadas por sus superiores. Más de 100 entrevistadas en España, Marruecos e Italia afirmaron haber sido víctimas de abusos verbales, insultos y humillaciones durante la realización de su trabajo.
Kalima [nombre ficticio], es una jornalera marroquí en Palos de la Frontera (Huelva). Explicaba que su jefe tenía en posesión todos los números de teléfono de cada una de las mujeres empleadas en el campo de fresas y las obligaba a acostarse con él. Si, por el contrario, no lo hacían, sufrirían castigos en su trabajo. Contaba que llegó a ser violada de forma repetida entre marzo y abril de 2017.
Kalima fue de las pocas mujeres que se atrevió a denunciar a su agresor y ahora se encuentra en una casa para mujeres. Según Buzzfeed, ninguno de los supuestos agresores fue condenado. Este dato se puede ver reflejado en el índice de abortos en Palos de la Frontera, con un total de 186 en el año 2016, de los cuales el 90% fueron solicitados por trabajadoras inmigrantes.
Sabiha, otra de las temporeras, califica al jefe de «cruel e inhumano», explicando que en ocasiones no les deja ducharse en toda la semana y les grita porque desconocen el idioma: «Es el infierno en la tierra».
Denuncian la esclavitud laboral y sexual que sufren, engañadas por las diferencias lingüísticas y su situación de precariedad por empresarios que las explotan con total impunidad por su cuádruple condición de: mujeres, jornaleras, sin recursos e inmigrantes.
Las reivindicaciones
El revuelo que causan las pésimas condiciones de vida de estas personas hacen que los ciudadanos alcen la voz y propongan soluciones para los temporeros. Según el informe Agenda 2020, un 40% de los inmigrantes que viven en asentamientos está dispuesto a pagar por el alquiler de una habitación u otro tipo de alojamiento hasta 150 euros al mes, a pesar de sus escasos y limitados ingresos.
Muchas personas se hacen la misma pregunta: ¿por qué no se habilitan albergues o viviendas de alquiler social? Pues bien, Lepe ha abierto sus puertas recientemente al primer albergue para temporeros inmigrantes. El primer alojamiento colectivo en Huelva ha tardado en llegar hasta 2021, y con tan solo capacidad para 40 personas.
Los temporeros han protestado varias veces, reclamando unas condiciones dignas. No piden casas gratis, sino tener acceso a una vivienda para vivir de forma digna.
“No somos trabajadores de usar y tirar. Somos personas con derechos y dignidad. No desaparecemos cuando la campaña se para. Pagamos impuestos y la Administración debe velar por nuestros derechos. No queremos nada gratis. Somos trabajadores y podemos pagar para vivir en un alojamiento digno. Estamos pidiendo justicia social”
Los temporeros
Piden «acabar con el racismo institucional«, ya que se sienten discriminados.