¿Hasta qué punto marca la música el ritmo de tus compras?

Está ahí, aunque no te des cuenta. Te acompaña, sigiloso. Te susurra en el oído al más puro estilo del diablillo sobre tu hombro. Te embauca como un canto de sirena hasta que consigue su objetivo, y… ¡zas! Te ha cazado, ya no hay vuelta atrás. Es el poder de la música. ¿Alguna vez te has parado a analizar tu cesta de la compra teniéndolo en cuenta?

La música forma parte indispensable de nuestra vida, vamos de su mano en infinidad de situaciones e influye de manera decisiva en nuestras actitudes y comportamientos. Los hábitos de consumo no son una excepción, y estos tampoco pueden escapar de sus largos tentáculos.

Además del olor, de los colores o de la iluminación, el hilo musical se ha ido convirtiendo en uno de los elementos más destacados a la hora de dotar de identidad a las marcas. Se ha transformado en su símbolo, en la imagen que proyectan, y esto ha llevado a que cada vez más comercios busquen desesperadamente su sonido particular.

De manera automática, nos hemos acostumbrado a que la música acompañe nuestras compras, hasta el punto de resultar extraña o, incluso, incómoda su ausencia. Sin embargo, no está ahí solo para amenizar nuestro paso por estos establecimientos. Se ha consolidado como uno de los componentes más importantes de las estrategias de marketing.

Aunque las respuestas dependen de cada persona, al final, la música consigue provocar estímulos emocionales en nuestro cerebro que nos llevan a tomar determinadas decisiones impulsados por ella. En esto consiste el neuromarketing.

«Así como la ambientación de un local es la cara de una marca, la música es su voz»

La directora de Brandtrack, Cecilia Galván, confesaba para El Mundo

Según el tipo de establecimiento, las estrategias pueden variar. En las tiendas de deporte es habitual encontrar sonidos enérgicos que ayudan al cliente a sumergirse en ese ambiente.

Algunos trucos son comunes por su demostrada efectividad

Reproducir playlists de una época en concreto llamará a una clientela de determinada edad. Así, eligiendo canciones de los años 80, probablemente acudirá público que los vivió en su juventud, movido por la nostalgia y el recuerdo. En tiendas dirigidas a un público potencial juvenil, es frecuente toparse con el tipo de música que se podría encontrar un sábado noche de fiesta en cualquier after, lo que ayuda a que este tipo de clientes se acerquen atraídos por un sonido que les evoca un momento divertido, desenfadado y actual. Ejemplos característicos son el de Bershka o Stradivarius, que podrían pasar fácilmente por auténticas discotecas camufladas entre perchas y probadores.

La influencia de la música en la conducta del consumo. Fuente: Comportamientonoverbal.com

Otro elemento curioso es el ritmo. Los consumidores adaptan su actitud ante las compras al compás que marca la música. Un sonido lento llevará a los clientes de un supermercado a pasearse detenidamente entre sus pasillos y estantes con el subliminal objetivo de que añadan a su carrito muchos más productos de los que inicialmente tenían planeados. En momentos de hora punta, el ritmo cambia y pasa a ser más rápido con la intención de que los compradores salgan cuanto antes de la tienda para poder albergar así en menos tiempo un mayor número de ellos.

El ritmo afecta del mismo modo a los restaurantes: una música más relajada invitará a la degustación sosegada de los platos y a permanecer allí más tiempo, lo que se traduce en un mayor gasto por parte del consumidor. Sin embargo, en restaurantes de comida rápida, y haciendo honor a su propio nombre, la música también lo es para facilitar el paso del mayor número posible de personas.

El volumen alto también influye. Funciona para distraer la atención y conseguir que se compre más compulsivamente, sin entrar a valorar en detalle todas las características de los productos. Por otra parte, el estilo es fundamental: la música clásica, por ejemplo, empuja a comprar productos más caros o selectos.

Pero, además de para atraer a clientes potenciales, la música también sirve para ahuyentar a los que no lo son y evitar de esta manera perder el tiempo con ellos. Es innegable que, si la ambientación musical de un comercio es del gusto de la clientela, esta pasará más tiempo en él, y, probablemente, volverá y se lo recomendará a otras personas.

Hasta este punto la música es capaz de apoderarse de nuestros sentidos. Nos recuerda una vez más, de forma discreta, que música y vida son inseparables y se funden en un mismo concepto, haciendo imposible distinguir donde está la línea de separación entre ambas.